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José María Lizundia

El alumbramiento de una nación: Ucrania

Es imposible defender a Putin, nunca encontraremos razones suficientes, ni a una tiranía en la que figuran como cúspide económica y política los oligarcas y no la Duma por ejemplo, y sus representantes electos. La mafia de los oscuros oligarcas rusos, nos remite a Platón y la Grecia clásica como mera referencia teórica sin encarnadura en realidades históricas. Pues mayor su dimensión espectral. Lo que evidencia una gran anomalía del sistema, como otra es la eliminación física de oponentes políticos y periodistas incómodos, que recuerda a la saña de Stalin con el trotskismo. Putin demuestra cómo hay veces en que los análisis políticos se desvanecen ante la personalidad del protagonista que responde a parámetros psicológicos determinantes, que constituyen los verdaderos motivos de su acción. Y una muestra de esa impronta psíquica a escala más liliputiense es Pedro Sánchez.

El Jefe de Estado ruso, él mismo, es hijo y militante del comunismo de la URSS, con el que entronca vivencialmente y al que busca el marchamo histórico de continuidad y solvencia del zarismo: Pedro el Grande y Catalina la Grande, zares ilustrados. En ellos se apoya para reclamar la grandeza de Rusia, cuya desmembración en 1991 resultó muy improvisada y con enormes fallas, siempre sobre realidades nacionales nada homogéneas. Téngase en cuenta que bajo el régimen soviético los ciudadanos no tenía libertad de movimientos y existían permisos o pasaportes para desplazamientos interiores, llevando a cabo gigantescos movimientos de población sin otro fin que alterar las adscripciones culturales e identitarias socavando las endógenas. Kaliningrado, antes Prusia oriental y Königsberg (patria de Kant), era de predominio lingüístico alemán, seguido de polaco y lituano, hoy es solo enclave ruso con rusos.

En las propias repúblicas bálticas la población rusa es parte variable de esas sociedades, y así ocurre con los demás territorios. Si se dice que casi nadie tiene nunca población homogénea, menos lo son las surgidas de la antigua URSS. Y esto evidentemente también ocurre con Ucrania. Con independencia de los crímenes de guerra que siga acumulando Putin, lo cierto es que Ucrania jamás ha sido una nación independiente ni sus características culturales y etnolingüísticas difieren mucho de las rusas, además de tener su población rusa al este. Contra lo que dice Putin, el Rus de Kiev (S IX) es el que fundará Rusia, y salvo dos eventuales pertenencias (Lituania y Polonia), siempre será Rusia. Incluso podríamos hallarnos ante una guerra civil. Era un estado binacional de dos pueblos; ruso y ucraniano: lo más común. Hemos de reconocer que Putin ha alumbrado la nación ucraniana, con el territorio variable de su historia (como veremos resultará) y pluralidad cultural.

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