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Jorge Bethencourt

Manual de objeciones

Jorge Bethencourt

Las predicciones están gafadas

La racha que llevamos no es normal: calima, crisis, pandemia, volcán, guerra… Y todas las sospechas apuntaban a que el gafe perseguía a la estólida figura del presidente Torres, que se las está comiendo todas con cara de ¿pero esto qué es? Pero me temo que hay que ampliar las sospechas a todo el gobierno.

El otro día, en el Parlamento guanche, la responsable canaria de la cosa del Turismo, Yaiza Castilla, aseguraba que este año sería el año de la vuelta del turismo, apostando por quince millones de visitantes. Nada más terminar de decirlo, los tanques y los misiles de Vladimir Putin estaban cayendo sobre Ucrania. Ni queriendo. Apenas estamos empezando a decirle adiós al coronavirus y perdemos el turismo ruso, hay amenaza nuclear y vuelve el miedo a Europa.

Dicen que hasta un reloj parado da dos veces al día la hora correcta. Y es verdad. De tanto decir que el turismo va a volver, los del Gobierno canario acertarán, sin duda, porque alguna vez volverá. Pero hay que señalar que, hasta ahora, las predicciones oficiales son como las escopetas de balines con las que disparábamos a los palillos en las casetas de las fiestas del pueblo. Era más probable que te diera el balín en el zapato a que le acertaras al maldito palillo.

Con la invasión de Ucrania pueden pasar un montón de cosas. Y ninguna buena. La más suave es una subida del barril de petróleo que atraviese a la velocidad de la luz el techo de los cien dólares. Y eso significa una cadena de desastres económicos concatenados: aumento de los costos del transporte, del precio de la energía, de los costos de producción… Es decir, más pobreza. Pero es que, además, los embargos a Rusia nos pueden dejar sin importaciones de materias primas y productos tan importantes como, por ejemplo, el gas. Y si la cosa militar se complica un poco más la matanza que están cometiendo los rusos en Ucrania se podría convertir en una guerra a gran escala.

Ojalá nada de todo eso ocurra. Pero puede pasar. Y lo sabemos. Anunciar, en ese contexto, que quince millones de ciudadanos europeos van a tomarse unas vacaciones este año en nuestras islas te deja a cuadros. ¿Tienen en el Gobierno alguna información fiable sobre el incierto futuro? Pues coño, que la compartan. Porque hay mucha gente acojonada.

Hay un refrán suajili que dice, más o menos, que solo a las personas que van a buscar el agua se les rompe el cántaro. O sea, que pone en valor la valentía de hacer o decir cosas, aunque te equivoques. Claro que en España hay otra vieja frase que dice que más vale estar callado y parecer un tolete que hablar y confirmarlo.

El recorte

Miedo y orgullo

Poco a poco, el conflicto con Rusia va escalando posiciones. Hay un antes y un después desde que Vladimir Putin, con su tradicional matonismo, decidiera, sin ninguna clase de provocación, lanzar el ejército ruso contra Ucrania. El mundo se está asomando al vértigo de un conflicto armado de consecuencias incalculables. No solo porque Rusia esté en propiedad de un megalómano autoritario, sino porque China permanece ahí detrás, como una silenciosa amenaza. Hoy podemos decir que estamos sentados sobre un polvorín. La reacción a las duras sanciones económicas que ha tomado la Unión Europea –desde el cierre del espacio aéreo a las restricciones económicas– ha sido más prepotencia por parte de Putin: ha amenazado a los países europeos con su arsenal nuclear. El castigo que le ha dolido no es solo el financiero. La OTAN está moviendo sus piezas y acercándolas en el tablero a posiciones estratégicas, preventivas para un acción contra los ejércitos rusos. Y además, sorprendentemente, se están rearmando naciones que, como Alemania, habían renunciado a la carrera armamentística. Hoy todo ha saltado por los aires. Las democracias de Europa están afilando sus colmillos. Putin ha roto la paz y se ha manchado las manos de sangre. Hay una enorme diferencia entre ser un provocador, como era antes, y un asesino, como es hoy. Y algunos, tal vez, aunque sientan miedo también empiezan a sentir por primera vez el orgullo de ser europeos.

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