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Rafa Muñoz Abad

Canarias-África, estado de la cuestión

España, con Canarias de por medio, se muestra a merced del gran juego que se empieza a redibujar en el Sahel. Franja desértica donde se cuece gran parte del integrismo que acaba ramificándose a Europa por las vías de la inmigración ilegal, que también son las del tráfico de armas y drogas. Un Afganistán en potencia en el patio africano de Europa. Francia, otrora histórico guardián de la zona, y con ello de los intereses de la Unión Europea, se repliega y deja un vacío paternal, también militar, en sus excolonias de Mali, Níger y Chad. Vacante que es ocupada por las corporaciones militares privadas con fuerte olor a Moscú, que pronto sabrán inclinar las débiles estructuras gubernamentales de estos países hacia los intereses no precisamente europeos.

En medio de este juego flota Canarias a la merced de la inoperancia de España, postrada a los caprichos de Rabat, y con la eterna cuestión de la descolonización del Sahara de por medio como lastre negociador. Los futuros atentados integristas que acontecerán en suelo occidental se fraguan en el descampado del Sahel; tierra sin orden acrecentada por la desaparición del tapón libio, que hacía de colchón de lo que acontecía más al sur: integrismo, y tráfico de seres humanos, armas y drogas; también de ideas religiosas. Ya ha señalado la inteligencia nacional en sus informes algún barrio del sur de Tenerife, y de la provincia de Las Palmas, como los hot points isleños del integrismo y la difusión de corrientes salafistas.

El virus chino nos ha hecho olvidarnos de precisamente ese integrismo latente que se larva a poco más de una hora en avión desde Canarias. También de la inmigración ilegal vía cayucos y pateras. Tragedia humana que ya desborda la capacidad de atención de la más pobre de las regiones españolas.

A todo esto, las islas siguen sin ser esa plataforma comercial que en algún momento debieron ser, bajo promesas y brindis al sol de una clase política que no sabe ni dónde está Nouadhibou, pero que de manera periódica y electoralmente calculada habla de plataformas comerciales de cara al África más próxima que nos interesa. Un discurso vacío. A la par, también un mercado potencial de más de cien millones de personas que demandan manufacturas simples y combustibles. Las primeras se las empieza a suministrar China, que aprovechando el peligroso vacío francés penetra en la zona desde el puerto de Dakar. La segunda, el combustible, que podría haber sido servido desde la refinería tinerfeña, desmantelada para crear otro centro comercial, les llega desde Holanda y Reino Unido. Arquetipos de estados marítimos frente al corsé fiscal español.

Canarias ve pasar el negocio marítimo entre sus islas, observa cómo Marruecos se hace fuerte, y periódicamente amenaza con morder la difusa Zona Económica Exclusiva que España, presa de sus complejos y temores a los enfados alauitas, es incapaz de determinar. Eso se traduce en licencias de pesca y futuras explotaciones de los recursos minerales del subsuelo que nosotros, presa de un ecologismo de ricos, en presupuesto de pobres, no explotaremos. De manera paralela, Marruecos desatiende sus obligaciones de salvamento en la mar, delegando en España el gasto de estas. Todo esto, con la ventaja que le da ser aliado primordial de Washington en la zona. Y es que al Tío Sam le importa más cuidar su alianza geoestratégica con Rabat que con España; lo paga Canarias. Insisto, España es la única economía que no ve en Canarias una plataforma de penetración comercial en el continente, que apostando por un hub comercial, con ventajas fiscales off shore, le daría no solo presencia, sino beneficios económicos.

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