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Jorge Bethencourt

Manual de objeciones

Jorge Bethencourt

Otra vez un año difícil

El crecimiento de los dos últimos años en la Unión Europea ha estado sostenido por las inyecciones masivas de dinero del Banco Central Europeo (BCE). Dándole a la maquina de fabricar dinero, el BCE ha creado una gigantesca burbuja de deuda. En nuestro país hace ya tiempo que nos acercamos al 120 % del PIB. Y además, como efecto colateral, la abundancia de dinero ha disparado la inflación que podría llegar, en los próximos meses, a rozar el 7,5%. Una cifra inédita desde hace décadas.

Cuando dentro de unos meses aumenten de los tipos de interés, se producirá un encarecimiento de la financiación de activos, desde las hipotecas a los bienes de consumo. Y España tendrá que empezar a pagar por financiarse, cosa que hasta ahora no había ocurrido. El pánico que se extiende por los dirigentes europeos no solo es a la guerra en Ucrania. También les preocupa que nos estemos asomando a una estanflación: parálisis del crecimiento con aumento de la inflación.

Las nubes de tormenta vienen acompañadas de truenos ominosos: hay que pagar la deuda emitida. Los gobiernos europeos se verán obligados a políticas de reducción de gastos y aumento de fiscalidad indirecta porque los déficits públicos se han disparado. Y todo esto es el presagio de malos tiempos para las clases medias. El FMI ha pedido insistentemente subir el IVA, la fiscalidad a los combustibles y los impuestos especiales.

En España, en el terreno del control del gasto, vamos en mala dirección. Nunca como ahora se ha creado tanto empleo público, con cargo a los Presupuestos. La subida de las pensiones, del 2,5%, supondrá cerca de los 30 mil millones más de gasto público. Los sindicatos están pidiendo una subida del 4% de los salarios públicos, lo que nos pondría en torno a los 45 mil millones. Las jubilaciones anticipadas están suponiendo para la Seguridad Social un costo de 37 mil millones más (el 26% del gasto total en pensiones)

El mes de enero el IPC interanual escaló al 6,10%. La cesta de la compra se sigue alejando de los bolsillos de las familias y la electricidad, el gas y los carburantes alcanzan precios en máximos históricos o rozando los mismos. Y la invasión de Ucrania por Rusia, además de su saldo de muerte y sufrimiento, va a disparar otra vez el precio del barril de petróleo por encima de los cien dólares.

El incremento de los salarios en las empresas privadas o la subida del Salario Mínimo –con el deseo de compensar las subidas del IPC– se trasladará al costo de los productos y aumentará su precio. Un cóctel terrible para una sociedad que viene tocada del ala por dos crisis consecutivas. Pero no hay nada gratis. En la economía, como en el universo físico, cada acción produce una reacción igual y opuesta. Las políticas benefactoras de compra ilimitada de deuda tendrán que pagarse ahora más impuestos. Éramos nosotros los que nos estábamos prestando el dinero a nosotros mismos.

Salimos del virus, pero no de la sombra del miedo. Este año habrá mas inflación, más impuestos y más pobreza. Y además viviremos com. el temor a una guerra en Europa. ¿Qué tiempos más extraños!

Hay que pararle los pies

En febrero de 2014, Rusia invadió y se anexionó la República de Crimea y la ciudad autónoma de Sebastopol. Y no pasó nada. Este mes, Rusia ha lanzado su ejército a sangre y fuego sobre un país soberano, Ucrania. Y no ha pasado nada. Y a las pocas horas de aplastar con sus tanques el suelo ucraniano, Vladimir Putin se ha permitido amenazar a Finlandia y Suecia advirtiendo que si se integran en la OTAN habrá «graves consecuencias». Los paralelismos con los argumentarios de Adolf Hitler son evidentes. Putin usa las mismas excusas que el Führer cuando invadió las provincias checas de Bohemia y Moravia. Mas tarde llegó Polonia. Y luego todo siguió en una escalada imparable que condujo a la Segunda Guerra Mundial. Una respuesta militar de la OTAN nos conduciría a un choque armado de incalculables consecuencias que millones de europeos no están dispuestos a sufrir (lo mismo con que Hitler, por cierto). Pero esta vez el bravucón ruso no puede salir de rositas. Las sanciones económicas a Rusia deben ser extremas y contundentes. No como los inútiles paripés que se han hecho en el pasado. Desplegar una fuerza de respuesta rápida de cuarenta mil hombres de la OTAN también es enseñarle los dientes al dictador que invade países, derriba aviones de pasajeros o encarcela o mata a algún líder de la oposición. Todo eso con el discurso vomitivo y simplista del abusón del patio del colegio. Aunque nos de miedo este tiempo extraño, en donde todo puede pasar, y aunque nos cause pavor la violencia, hay que pararle los pies.

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