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Jorge Bethencourt

Manual de objeciones

Jorge Bethencourt

Canarias: la puerta abierta

Cuando alguien elige la ruta más larga para ir de un sitio a otro, es que pasa algo extraño. Nadie va de Santa Cruz a Granadilla dando la vuelta a la isla, salvo que la carretera al Sur esté cortada. Y eso es casi exactamente lo que está pasando con Canarias. Esa es la verdad cruda y dura: la inmigración ilegal viene a las Islas Canarias porque es la única puerta que les han dejado abierta, a pesar de ser la ruta más larga y peligrosa.

Hace no demasiado años, los inmigrantes africanos cruzaban masivamente hacia Europa por la frontera más cercana. En el estrecho de Gibraltar la distancia más corta es de apenas quince kilómetros y en el mar de Alborán, las costas españolas están a una distancia máxima de doscientos kilómetros de distancia, en unas aguas menos peligrosas que las del Océano Atlántico. Cada año cruzaban miles y miles de migrantes en una ruta que con partían con los traficantes de droga.

Pero Europa y España blindaron el Estrecho. El Frontex mantiene en España a más de doscientos cincuenta oficiales. La mayor parte de ellos están dedicados a controlar los flujos migratorios del Mar de Alborán en colaboración con agentes españoles. Ceuta ha reforzado la valla. Igual que Melilla. Más de 500 guardias civiles vigilan las montañas fronterizas de Jbel Musaa. Y varias patrulleras se encargan de controlar todo lo que se mueve de madrugada en las aguas del Estrecho. Los nuevos contingentes de subsaharianos van siendo deportados por la policía marroquí hacia zonas del desierto entre Marruecos y Argelia. Casi les están señalan con el dedo hacia las Islas Canarias.

En lo que va de año han llegado ya cuatro mil inmigrantes irregulares. Pero al Gobierno de España no le importa. Las islas son el destino perfecto donde embolsar a los que entran ilegalmente. Desde aquí no tienen a dónde ir. Se les puede controlar, identificar y devolver, en su caso, sin la amenaza de que desparezcan en territorio continental.

Por eso no hay reacción perceptible ante el aluvión de llegadas. Todo lo contrario que en Ceuta, cuando entre ocho y diez mil marroquíes cruzaron la valla de El Tarajal. Defensa desplegó en la zona a tres regimientos del Ejército de Tierra, mientras que Interior hizo lo mismo con más de mil cien agentes de la Policía Nacional.

El Gobierno de Canarias se ha tragado todos los sapos, silenciosa y disciplinadamente. El de la vergonzosa situación de Argüineguín, un nombre impronunciable para los ministros. El de los menores que se acumulan en las islas, sin que nadie en Madrid haga nada echar una mano. O el de los marroquíes que siguen llegando sin que haya explicación de cómo se permite hacerlo a un país que recibe cientos de millones de la Unión Europea y un tratamiento preferente.

La migración ilegal hacia Canarias no es un problema para España. Es la puerta que han dejado abierta.

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