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Juan Pedro Rivero González

SANGRE DE DRAGO

Juan Pedro Rivero González

Cuidémonos…

El diccionario nos ofrece esta definición: «Ocuparse de una persona, animal o cosa que requiere de algún tipo de atención o asistencia, estando pendiente de sus necesidades y proporcionándole lo necesario para que esté bien o esté en buen estado». Es el contenido de cuidar. De manera centrada en los seres humanos, es nada más y nada menos que ocuparse de una persona. No siempre los problemas tienen solución, pero siempre existe la posibilidad de cuidar a la persona, de ocuparse del enfermo, aunque esté desahuciado y su proceso sea terminal.

Este fin de semana hubo en Málaga un Congreso Nacional sobre Teología de la Caridad centrado en el tema del cuidado de las personas. No estuvo mal reconocer que la acción caritativa y social que estamos llamados a realizar debe estar empapada en los contenidos y significaciones del cuidado interpersonal. Desde una amputación hasta una caricia pueden ser consideradas como formas de cuidado. Y, la mayoría de las veces, la cirugía radical debe ir acompañada de la caricia para que el cuidado ser integral.

Incluso la poda de los árboles grandes o de las viñas pequeñas son formas que adquiere el cuidado. Cuidamos a los hijos cuando les corregimos. La caricia acompaña formas duras que exige el ocuparse de verdad del otro. Tal vez una condescendiente forma de actuar, una debilidad en las exigencias mínimas es más un descuido importante que una ayuda verdadera. Cuidar, a veces, arde como el alcohol en las heridas. Lo importante es no dañar.

Ocuparse de los demás es una forma importante de construir espacios más amplios al bien común. Cuidar a los demás es la más concreta manera de amarlos. Cuidar con la palabra, con las acciones y hasta con la mirada y la sonrisa.

Lo que decimos y cómo lo decimos, lo verbal y no verbal que nuestras palabras transmiten tienen bastantes posibilidades de ser medio de cuidado alternativo. La terapia de una palabra que acompaña a la persona. El saludo, la pregunta oportuna, la felicitación adecuada, el consejo sencillo dado con humildad, son formas extraordinarias de cuidado verbal.

Lo que hacemos y cómo lo hacemos es fundamental. El cuidado del detalle, la elegancia de la sencillez que no es amaneramiento untado, sino cuidado de lo pequeño, ofrece a nuestra actividad un bálsamo de atención importante. Se puede hacer el bien de mala manera, de forma inadecuada. Es la traducción a la acción de lo tantas veces oído de «no me molesta lo que me dices, sino del tono con el que me lo dices». No me ofende lo que haces, que es bueno, sino cómo me lo haces.

Y hacerlo todo con «el sentido común bailando», con sentido del humor, con alegría en la sonrisa, que es la forma de darle alegría a la vida de los demás cuidando al otro con nuestra actitud vital. En la mayoría de los casos en las que sobran las palabras o sobran las acciones, siempre es imprescindible la sonrisa compartida y una mirada de atención.

Haz las cosas bien, pero hazlo con la caricia del cuidado.

Cuidémonos…

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