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Ana Martín

Artículo Indeterminado

Ana Martín

Lo vital y lo viral

En la vida, como en las redes y en la televisión que madruga, nos hemos propuesto hacer de la anécdota categoría. Y nos está saliendo de maravilla.

De modo que si un individuo entra a okupar la casa de una señora mientras esta va a comprar el pan, cosa que, tirando de estadísticas y muy grosso modo, debe pasar una vez cada muchísimo, se pega el prime time una semana completa hablando del gravísimo problema de la okupación instantánea, así que una ya se lo piensa dos veces antes de ir al supermercado, comienza a mirar a cada viandante de manera suspicaz y se acaba convirtiendo en una huraña desconfiada que no saluda porque aquí das la mano y te cogen el brazo.

¿Que sale una nueva variante de la subvariante de la subvariante del coronavirus entrando al fondo a la derecha en un minúsculo condado de Winsconsin? Pues minutos y minutos de expertólogos debatiendo sobre si va a dominarnos en un día, un mes o un año y videollamadas a mansalva con ese multiexperto del que usted me habla, que lo mismo te comenta el polvo sahariano que te proyecta un escenario apocalíptico que te habla de los flujos magmáticos.

¿Que se presenta una reforma laboral que afecta directamente a los trabajadores que en el mundo son? Pues en lugar de leerla y entrar a valorar los pormenores del decreto-ley, lo bueno es gastar los días que no tenemos en hablar de qué mal arreglada va la ministra o qué monísima siempre o si es ambiciosa o si le da tiempo a todo.

¿Que esa misma reforma se aprueba por un dedo opositor despistado y entre acusaciones de tamayazo? Pues días –qué digo, semanas– haciendo risas y aguantando a los mismos que se marcaron un gol en propia puerta echándole la culpa al árbitro y al equipo contrario y a la grada y a usted, si se tercia. La cosa es echar balones fuera.

Verán: esto, cómo no, lo describió un americano y lo llamó «síndrome del foso de la orquesta». Roger Ailes, al que ustedes conocerán por un biopic que se le hizo hace poco, por ser el magnate de la Fox y un tipejo de cuidado, es el artífice de esta expresión cuyo origen se explica más o menos así:

Un político sale al escenario. Cuenta, de manera efectiva, un programa político completo. Incluye ejemplos emotivos, arranca aplausos del público. Sale un segundo político. En el tramo de escaleras que lo separa del atril, tropieza y cae al foso de la orquesta. ¿Cuál de los dos saldrá en portada y protagonizará los titulares al día siguiente?

Ustedes y yo (y Roger Ailes cuando era vivo) sabemos perfectamente de cuál de los dos hablarán los titulares, el clickbait y su cuñado. Y, en cierto modo, es lógico. Está en nuestra naturaleza ser chismosos y en nuestra idiosincrasia quedarnos con el detalle jugoso, con el que da para coña. Antes, con esos detalles, hacíamos chistes en el patio del cole o acodados en la barra de un bar y ahora hacemos memes, gifs y hasta vídeos musicales si el asunto se presta a ello.

Para un rato está bien, no digo que yo que no. Líbrenme los dioses de ser aguafiestas, que es lo peor que se puede ser por aquí. Pero para la vida real, ya cansa.

Porque mientras estamos entretenidos ahí, en el foso, atendiendo a si los músicos afinan bien o a si alguien se tropieza y cae, en el escenario principal nos estamos jugando los cuartos, las castañas, la vida y el bienestar.

Así que tampoco pasa nada por atender, de vez en cuando, a lo vital, en lugar de estar siempre enredados en lo viral.

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