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Juan Cruz Ruiz

TESTIGO DE CALLE

Juan Cruz Ruiz

Un guion de Rafael Azcona escrito para Luis García Berlanga

Xavier Fortes convocó este último miércoles a sus contertulios en La noche en 24 horas de Televisión Española a ver en directo, para comentarlo luego en el programa, el segundo debate entre los tres principales candidatos a la presidencia de Castilla y León. En esta ocasión era la televisión regional de aquella comunidad la que daba este espectáculo político; el primero lo había dado la citada cadena internacional de la televisión pública española, presentado por el propio Fortes, ahora uno de los grandes entrevistadores de este país, serio, sereno, informado, culto, alguien que no pregunta para rayar los ojos del que responde. Ese segundo debate se emitió en diferido, por lo que cual en el horario de la Península (y de Baleares) duró más de lo habitual, hasta media hora después de la medianoche, cuando era noche cerrada y hacía mucho frío en la capital de España.

En este acontecimiento televisivo se dilucidaban, naturalmente, las elecciones que hoy domingo tienen lugar en la comunidad castellana y leonesa. Los candidatos que aparecían en pantalla (como cuando dirigió el debate el citado Fortes) eran Francisco Igea, del aún existente partido Ciudadanos, Alfonso Fernández Mañueco, del Partido Popular, que convocó estos comicios, y Luis Tudanca, que es el líder socialista en el mencionado territorio hecho de juntar, naturalmente, Castilla con León. Son las de hoy elecciones anticipadas, pues le convino al PP (y sobre todo a su líder, Pablo Casado) romper la coalición que compartía con Igea para procurar una nueva situación de mayoría con su candidato al frente. No eran, dicen sus adversarios y también la lógica, según reputados observadores, elecciones imprescindibles, pues las cosas de comer y de vivir iban bastante bien en CyL, como se dice habitualmente para evitar tanta letra como tiene el nombre de la comunidad, gobernada por cierto desde hace 35 años por el partido de Mañueco.

El nuevo debate televisado tuvo el aire cansino que tienen todos los espectáculos en los que se aburren también sus participantes. No es que no se emplearan a fondo, es que decían lo que ya se esperaba que dijeran, y no sólo lo esperábamos los que estábamos atentos a la pantalla, sino que lo esperaban ellos mismos. No es una crítica, aviso, sino una comprobación de lo que significaban sus gestos. Cada vez que uno de ellos tenía la palabra los otros mostraban su desagrado o su desacuerdo en tiempo real, es decir, a la vez que escuchaban el argumento ajeno. Esto fue especialmente notorio en el otra vez candidato Mañueco. Naturalmente sus otros contertulios y contendientes, Igea y Tudanca, le dieron fuerte, el primero porque se sintió traicionado por su antiguo socio, que se sacó de la manga supuestas zancadillas para romper la coalición y convocar estos comicios. Tudanca quiere hacer ahora presidente, y para ello necesita revalidar y mejorar sus resultados de la anterior convocatoria, donde obtuvo la victoria electoral que quebró el citado Igea pactando con su ahora archienemigo.

La antipatía entre contrarios es muchas veces fingida, pues ante las cámaras escenifican un espectáculo que acaba exactamente cuando se tienen que saludar de nuevo o cuando, por necesidad, tienen que ir al cuarto de baño… Esta vez la antipatía fue tal que dudo que luego se fueran a comer un botillo, aquella comida que nos recomendaba el gran periodista leonés Feliciano Fidalgo para el invierno y para el tórrido verano de su pueblo. Las miradas en esta ocasión estaban marcadas por cierto resquemor rabioso, que Igea escenificaba riéndose de lo que dijera su ex compañero de gobierno y Tudanca expresaba moviendo la cabeza de un lado a otro en seguida que su adversario principal abría la boca. ¿Y Mañueco? Mañueco iba como si los otros no existieran, mirando al frente, a un auditorio virtual en el que él consideraba que estaban los verdaderos contertulios, a los que él llama «las personas de Castilla y León».

Fue, qué quieren que les diga, un episodio tedioso, presentado ante los telespectadores de la región como un momento decisivo de este litigio que tiene a Casado como protagonista a la espera, pues si no le va bien en este baile a Mañueco su liderazgo quedará hecho trizas. Por esta razón, porque el acontecimiento electoral podría tener estas consecuencias, han adquirido carácter nacional tales comicios y por eso, además, parecida discusión electoral ha sido retransmitida a nivel nacional. ¿Qué tendría que pasar en Canarias, por ejemplo, para que unas elecciones similares en su territorio sean llevadas a la pequeña pantalla de todos los televisores del país entero? Pues que un litigio entre Torres y Clavijo, pongo por caso, fuera decisivo para alguien que se siente en ese momento en el Gobierno de la nación. Lo digo por decir, pues no hay en el horizonte razón alguna para que otros políticos presentes (o futuros) convoquen elecciones cuando les va bien en el poder y aún le falten dos años para acabar el mandato. Ese tipo de cosas sólo se le ocurren a personas como Casado, que (como decía un hermoso título del sociólogo Enrique Gil Calvo) muestra tanta prisa por tardar…

Estas elecciones a las que tanta atención les hemos prestado ahora, periodistas y políticos, sobre todo, se han convertido en elecciones generales. Cuando lleguen las de Andalucía, que Casado hubiera querido ya, o las gallegas, o las de cualquier parte, habrá igual tentación que la que ahora ha puesto en primer plano las castellanoleonesas: hacerlas nacionales. Hoy, en cierto modo, hay en las distintas localidades de Castilla y León un remedo de plebiscito general, la gente va a ataviarse para ir a votar como si eso influyera en las otras regiones del país, los candidatos sentirán que se presentan a un litigio que tendrá repercusiones en cada uno de los rincones de España… Y no les faltará razón. Ahora cuando una vaca muge en Galicia está reclamando la dimisión de un ministro, y cuando un cerdo se desmanda en Murcia se le piden responsabilidades al ministro de Asuntos Exteriores en Madrid, de modo que (en esta temporada electoral al menos) todo es culpa de Sánchez, que era el candidato que, sin serlo, más nombró el candidato de Casado al puesto que aun ocupa su delegado electoral, el señor Mañueco. La política nacional es cada vez un guion de Azcona escrito para Berlanga.

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