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Francisco Pomares

Desescalada, confusión y estigma

El Gobierno regional decidió ayer mantener a todas las islas en sus niveles anteriores: Tenerife y Gran Canaria se mantienen en el 4, el más grave, y el resto de islas, siguen en nivel 3, porque no se ha producido una mejora que permita cambiar de nivel. Sin embargo, el Gobierno hizo ayer uno de esos malabarismos e ingenierías a los que nos tienen cada vez más acostumbrados con todo –los datos del CIS, los empleos que se crean, los dependientes que salen de la lista de espera...- y ha decidido que ha llegado el momento de cambiar las medidas que deben aplicarse en cada nivel.

No se han complicado mucho: las islas en nivel 4 pasan a aplicar las medidas de 3, aunque sigan en el 4, las de nivel 3 pasan a aplicar las del 2 aunque sigan en el 3, y en el hipotético caso de que tuviéramos islas en el nivel 2 –de momento eso no ocurre- en ellas se aplicarían las medidas del nivel 1. Solo las islas de nivel 1 –que tampoco hay ninguna- aplicarán las mismas medidas cautelares, de acuerdo con la primera parte contratante de la primera y segunda parte. Antonio Olivera, portavoz del Gobierno, no explicó en base a qué criterios epidemiológicos, sanitarios, económicos o grouchomarxistas, han decidido cambiar las medidas. Se limitó el hombre a constatar (con la misma satisfacción que si inaugurara un pantano o firmara un contrato con una consultora) que la decisión relaja las restricciones y supone el inicio de la desescalada. Voluntad graciosa de nuestros gobernantes, estamos por fin al principio del fin de la escalera, un sitio que debe ser como un rellano concurrido.

¿Será esta la última ola? ¿La definitiva? Es difícil decirlo: si algo ha demostrado el bicho éste es su asombrosa capacidad para hacernos creer que se agota y luego volver con más ganas. El Gobierno no informa de porqué decide regalarnos este descreste, supongo que porque no nos gustaría saber que lo hace porque se le antoja y le da la real gana.

Y no es sólo cosa de este Gobierno en concreto. Es verdad que el nuestro resulta bastante chapucero, y no sólo explicándose: los jueces le enmiendan la plana con más frecuencia de la razonable, la última vez ayer, porque Sanidad quería aplicar la prórroga en la ampliación de horarios y aforos en los establecimientos en los que se exigía pasaporte sanitario. El TSJC ha sentenciado que lo que de verdad intentaba Sanidad no era ratificar su orden previa en ese sentido, sino hacer que las medidas adoptadas en esa orden se aplicaran también a los establecimientos que quedaron fuera de su ámbito de aplicación cuando Sanidad derogó la obligatoriedad del pasaporte. ¿Confuso? Bueno… yo mismo mismamente tuve que leer lo que acabo de escribir en voz alta hasta cuatro veces y sigo sin tener muy claro qué es lo que se propone, qué es lo que se prohíbe derogar porque ya se había derogado y si es posible (o puro cuento chino, con perdón si ofendo a algún asiático) que nadie sepa de qué diablos se está hablando.

Y para acabar de liarla, ayer nos han autorizado a quitarnos la mordaza en la calle, apenas unos días después de que el Parlamento decidiera prorrogar su uso obligatorio. ¿Cachondeo? Tampoco puedo jurarlo, porque más o menos lo mismo están haciendo gobiernos de todas las tendencias y colores, en todas las latitudes, básicamente porque algo hay que hacer con la gente, cada día más cansada de este aburrimiento (mortal) y más harta de intentar entender algo de los caprichos del Covid y de quienes mandan.

Yo, en fin, desisto de entender nada de nada y lo contrario: voy a empezar a hacer –como casi todos, empezando por el Gobierno- exactamente lo que se me plazca. Eso sí, tendré «especial atención a la prevención del estigma». Que no es el boquete de los clavos de Cristo, ni una variante nueva de esta enfermedad tan borde. Es lo que ocurre si miras de reojo a los que siguen llevando bozal, cual si fueran forajidos. El Gobierno se preocupa mucho por el estigma, y nos pide respeto a la diversidad. Ya verán que en un rato sacan una campaña para concienciarnos de no estigmatizar a nadie. Diversos y confusos puede ser el lema. Me quedo estigmatizado.

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