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José Vicente González Bethencourt

La colección de arte de Luz Marina llega a La Laguna

Cuando una mujer palmera de El Paso, Luz Marina Lorenzo, que, no siendo profesional del arte, posee sin embargo un exquisito sentido de él, se empeñó hace cuarenta años en hacerse, poco a poco, con una valiosa colección, un buen día se sorprende a sí misma de poseer más de 600 obras difíciles de guardar y conservar adecuadamente en su casa, por lo que decide compartirlas con la ciudadanía mostrándolas en un museo.

Para ello elige la ciudad de San Cristóbal de La Laguna, y dentro de ella una casona del siglo XVIII, todo un ejemplo de arquitectura doméstica canaria, situada en su calle principal, La Carrera, que adquiere para museo, un inmueble tradicional construido con una estructura mudéjar, que ha sufrido varias reformas, y en el que han vivido diversas familias, siendo de 1903 la reforma anterior a la última, ésta a cargo del excelente arquitecto José Miguel Márquez Zárate, que acondiciona la casa para convertirla en un museo donde conviven artistas canarios e internacionales.

Hace un par de semanas, paseando por la calle Carrera, me llamó la atención un cartel colocado junto a una puerta con la inscripción LM ARTE COLECCIÓN, y me pregunté: «¿una nueva galería de arte?». Intenté entrar, pero me dijeron amablemente que ya estaban cerrando, que podía pasar otro día. Así lo hice, y el pasado martes, de la mano de su director, Eliseo Izquierdo, recorrimos unas doce estancias del museo, y de sorpresa en sorpresa disfruté encantado de todo lo que enseñó y contó el ameno anfitrión cual viaje a través del arte.

Comenzamos el recorrido por la exposición temporal, en la que llama la atención dos obras relacionadas con la Memoria Histórica, una de Marco Alom, Fosa, de 2014, que, en mi modesto entender, parece mostrar un trabajo de recuperación de una fosa de personas enterradas tras su ejecución en la Guerra Civil, y otra de 1977 de Juan Hernández (1956-1988), titulada A las rosas, a las flores, al nuevo atardecer, que quizá tenga algo que ver con el triste episodio de ejecución de trece mujeres republicanas (Las Trece Rosas) en 1939, o puede que no, pero eso tiene el arte en libertad, que cada uno lo interpreta a su manera. Impresiona también la pieza del irlandés Richard Mosse El campo de concentración de El Líbano, de 2017.

Seguimos luego por la exposición permanente, y entramos en lo que fue una cuadra, que conserva un dornajo de madera donde se depositaba la comida para los animales, sorprendiendo una composición de perros cubiertos con ropa color naranja que quisiera recordar a los presos de Guantánamo.

Quizás una de las piezas más llamativas de la colección es la de 2002 de la sueca Anna Jonsson, Abrázame fuerte, en la que una mujer se abraza orgásmicamente a una apilada columna de libros de barro. Junto a ella, José Aguiar (Cuba, 1895 – Madrid, 1976), se ve obligado a cubrir con un paño la zona genital de una atractiva mujer en un desnudo de 1970, Maternidad del paño rojo, por exigencias de la censura; y el bagañete Cándido Camacho (Tazacorte, 1952 – Madrid, 1992) nos muestra su exquisita sensibilidad en el desnudo de una mujer.

Las estancias son diversas, desde un jardín con flores de Fernando Álamo; la cocina con un bodegón de Pedro González; o una figura de mujer de 2017 de Ayose Domínguez con un pimiento sobre su cabeza; y, quizá por eso, con mirada sufrida; unas piezas de Óscar Domínguez; el salón burgués con El jardín de las Hespérides de Néstor de la Torre; hasta llegar a una estancia dedicada al sueño.

No podían faltar varias obras de Cristino de Vera porque fue el pintor que más atrajo en un principio a Luz Marina, y tras estas pinceladas acabo recomendando al lector que siga in situ el resto del recorrido, aún largo y sorprendente.

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