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Maite Fernández Valderas

El portavoz político

Me encanta la figura del portavoz político, esa persona capaz de despertar el interés de la audiencia, ese storytelling andante. Bien porque construye una oratoria persuasiva e influyente, bien porque su capacidad de convicción es alta.

El portavoz es un puesto ligado a un alto grado de riesgo y dificultad; en política, además, está obligado a construir y desarrollar una historia, un relato de valor corporativo u orgánico; un storytelling que te enganche y que, de una forma ordenada, te aporte claves de éxito.

Hay un aspecto fundamental cuando se desarrolla el papel de portavoz, en cualquier tipo de organización; y es asumir que todo comunica. A diario, me cuesta trasladar a mis clientes lo relevante que es nuestra imagen para generar credibilidad y confianza… No es una cuestión de vestir bien, regular o mal… Es, exclusivamente, preguntarnos si nuestra imagen refuerza nuestro mensaje o, por el contrario, si le resta poder o fuerza. El portavoz no se nutre de lo que dice exclusivamente, se crea una percepción y eficacia desde su lenguaje no verbal hasta la imagen personal que traslada; cuidar hasta nuestros colores en el vestuario es parte de nuestro éxito. Especial atención merecen las manos, una de las partes de nuestro cuerpo más capaces de interferir nuestro discurso verbal; cuidémoslas, tomemos conciencia de ellas, dónde ponerlas y cómo usarlas.

Me encanta decir que el silencio es un gran soporte en nuestra comunicación; nos da tiempo, margen para reaccionar o para lanzar un mensaje poderoso. No tengamos miedo a los silencios. Practiquemos la gestión de ellos y usémoslos a nuestra conveniencia.

Utilicemos frases cortas y modulemos para que el uso de nuestras palabras sea accesible a nuestra audiencia. Evitemos abusar de nuestro conocimiento técnico, rodeándonos de datos y provocando que nuestro mensaje pierda valor. Los datos, solo los justos para que las personas no se pierdan en un mar estadístico, frío, distante, confuso, aburrido y dudoso. Enamoran las historias, las historias personales, las metáforas, humanizar nuestro discurso es la base de nuestro éxito.

Psicológicamente te animo a que te prepares para gestionar tus emociones, porque la reputación vuela como un pájaro libre, en cuestión de minutos… Los errores se minimizan con el conocimiento que se tenga de la temática a abordar, el conocimiento que tengamos acerca del estilo e intervención periodística; conocer la actualidad al detalle, y manejar adecuadamente los argumentarlos propios y los orgánicos.

De los micrófonos abiertos en discursos o ruedas de prensa han salido miles de anécdotas que nos han ruborizado. Existe un principio fundamental; la rueda de prensa no ha terminado hasta que ha salido el último periodista de la sala. Y, echándole un poco de humor, hasta que no estés completamente en soledad y al aire libre… Sin obsesionarnos, adoptemos ciertas rutinas que nos protejan. Ten presente que el off the record no existe.

Nuestro valor como portavoz va a estar en las relaciones que mantengamos con los Medios, cómo los amemos y los tratemos, en la forma en que demostremos que somos creíbles, fiables. Ahí nos ganaremos su respeto; con humildad. El periodista no es nuestro enemigo, más bien es nuestra herramienta de trabajo. Por ello, el tiempo de la prensa es limitado, así que favorezcamos la relación y conectemos con sus claves; situémonos en respuestas de tiempo medio.

La empatía es ese valor potente que te llevará a ser deseado por la prensa y por tu público. Eso te conectará con la curiosidad y la escucha, lo que te generará el conocimiento de tu gente; saber lo que les gusta o lo que les genera rechazo.

Preguntarse regularmente: ¿cómo afecta esto que estoy contando a las personas que me escuchan? Es una pregunta cargada de posibilidades de conexión con tus periodistas y con tu audiencia.

Como cualquier marca política, el portavoz es una de ellas y muy potente, lo que conlleva que nos preparemos para ello. Es una perspectiva diferente al ejercicio de un cargo público, es la joya de la corona, y por ello deseada. Protegernos es la clave, y nada mejor para ello que la toma de conciencia de nuestras necesidades y fortalezas como punto de partida.

La receta de un portavoz de éxito se construye desde la suma de estos tres binomios; el discurso tiene que ser breve y completo, creíble y coloquial, necesariamente claro y bien construido.

«Nunca olvides que cuando estamos en silencio, somos uno. Y cuando hablamos somos dos».

Indira Gandhi.

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