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observatorio

¿Qué pasa con las menores tuteladas?

Estos días hemos sabido que 10 menores eran explotadas sexualmente en Madrid y que las usaban para vender droga. Las captaban por redes sociales y las violaban en el sótano de una peluquería que servía de tapadera, en narcopisos o en el polígono Marconi. Algunas de ellas han contraído, con tan poca edad, enfermedades de transmisión sexual. Mientras ellos grababan esas violaciones, ellas deben ahora afrontar el trauma. Esto es la trata, el uso cada vez mayor de menores para cubrir la demanda de prostitución. Lo que demuestra, una vez más, que aquí hay poco de libre elección y sí mucho de manipulación, vulnerabilidad y pobreza.

La otra parte de la noticia, con contradicciones en las versiones, indica que eran menores tuteladas. La Jefatura Superior de Policía de Madrid afirma que algunas estaban tuteladas por la Comunidad de Madrid, mientras que la Consejería de Familia, Juventud y Política Social dice que la explotación sexual fue anterior. El problema es que no es el primer caso que conocemos. Semanas antes supimos del caso 18 Lovas, en Canarias, donde también se informó de que había menores tuteladas. El más conocido, el de Mallorca. La Fiscalía de Baleares archivó la investigación porque no había una trama organizada, eran casos aislados. Eso sí, la pugna política estuvo servida.

Puede ser que no haya tramas organizadas pero yo no llamaría «aislado» que cada vez conozcamos más casos de prostitución de menores donde, algunas, son de centros tutelados que deberían protegerlas y tener una mayor supervisión. Decía el Defensor del Menor de Baleares que había también casos en Murcia, Sevilla, Castellón y Las Palmas. Y recuerdo a un especialista decir en un titular «hay prostitución de menores tuteladas en toda España». Es decir, más que aislados, parece ser algo habitual. Quizá porque esos depredadores sexuales saben que tienen vía libre y más opciones de captar a menores de esos centros.

Al final poco se habla de los porqués. Primero, de la demanda. Esos hombres a los que les da igual pagar a una adulta o a una menor mientras pueda someterlas. Esto demuestra que la regularización de la prostitución, como ha ocurrido en otros países, solo aumentaría la explotación. Segundo, ellas, el cómo llegan ahí, sus condiciones, su vulnerabilidad. Tercero, ellas, de cómo sufren, de cómo son engañadas con promesas que luego las dejan atrapadas, de las enfermedades que contraen, de cómo afrontan psicológicamente esa situación y de cómo marcará sus futuras relaciones de no haber una asistencia de calidad a su lado.

Y digo esto porque la asociación Apramp indica que seis de cada 10 mujeres prostituidas empezaron siendo explotadas cuando eran menores. ¿Qué futuro les vamos a dar después de haber sufrido esto? Hombres que las han obligado a drogarse y ser dependientes, a desnudarse ante ellos, a ser penetradas contra su voluntad. ¿Las dejamos a la deriva y que sigan en ese submundo o les damos herramientas necesarias para alejarse de estas redes criminales?

El mismo día de esta noticia, supimos que el Tribunal Constitucional no rectificó una sentencia que ve legal pagar una deuda con sexo oral. Es el caso de una mujer mallorquina que pidió prestado dinero a su excuñado y este la obligaba, poco después, a que le hiciera felaciones mientras durara la deuda. Coacción y humillación a partes iguales. El tribunal justifica que no admite el recurso porque no se da «especial trascendencia constitucional», según el articulado de su ley orgánica. Y yo me pregunto, también, en qué país estamos si una justicia no se pronuncia en un caso así, que ataca desde el derecho constitucional de igualdad hasta lo firmado como Estado en el Convenio de Estambul.

Luchar contra la violencia de género y machista también es esto. Porque no pronunciarse ampara y legitima a los agresores, los mismos que luego buscan menores para violarlas. La justicia no siempre es justa, obvio, pero en casos de tanta equidistancia resulta repugnante lavarse las manos. Más que nada, por el mensaje de fondo que deja y lo indefensas que nos deja a todas. Eso sí, luego no nos extrañemos de menores violadas, tuteladas o no, ni de las mujeres que cuestionan la justicia. Porque todo el sistema nos sigue fallando.

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