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Jorge Bethencourt

Manual de objeciones

Jorge Bethencourt

La vida sigue igual

¿Qué le decía la oposición a Rajoy, cuando desgobernaba con Cataluña? Pues que todo estaba empeorando. Dijo que no habría referéndum, pero lo hubo. A palos, es verdad. Con imágenes bochornosas que dieron la vuelta al mundo. Pero se pusieron urnas y la gente fue a votar y se lió parda. La aplicación del artículo 155, con la suspensión parcial de la autonomía, tampoco sirvió para pacificar gran cosa los ánimos encrespados. En suma, que la mano dura no funcionó. Eso decía la oposición y algo de razón tenía.

Examinemos ahora lo que ha pasado en este periodo de gobierno socialista. Los independentistas siguen gobernando. Puigdemont continúa en su exilio belga. Los presos políticos –sí, sí, que eran presos políticos– han sido indultados por Sánchez y están felizmente de vuelta a sus tareas segregacionistas. Y el nuevo presidente catalán, Pere Aragonés, ha vuelto a resucitar lo de que a la independencia hay que ponerle fecha.

Lo único que ha cambiado entre el Gobierno de Rajoy y el de Sánchez es el caudal del dinero que circula desde las arcas del Estado hacia Cataluña. Y también hacia el País Vasco, que está por ahí detrás, como la lira en el ángulo más oscuro, poniendo la mano sin desgaste alguno. Las inversiones en Cataluña subirán de nuevo el año que viene por encima de los 3.000 millones, lo que tiene mucho mérito en la comunidad, territorio, país o estado nonato, a gusto del consumidor, que tiene la mayor deuda autonómica de España; rondando los 80.000 millones de euros.

A Pedro Sánchez no le ha quedado otra que hacerse con los votos de los independentistas catalanes para sostenerse en La Moncloa. Y a la vista está que le ha salido económicamente muy caro, pero políticamente rentable. El suflé independentista, con el peso de todos esos billetes encima, ha dejado de crecer. Está ahí, por supuesto, pero adormecido mientras siga fluyendo la especia.

Esto de pagarle a Cataluña no es nuevo. No es un baldón que le tengamos que colocar a Sánchez por mantener sus augustas nalgas en la Presidencia. Pujol cosechó miles de millones para adoctrinar a las futuras generaciones, que luego devorarían a Convergencia hasta dejarla en los huesos. Y lo hizo con todos los presidentes, incluido Aznar. La única novedad estratégica en este parón de las tensiones en la franja de Aragón, que es como la de Gaza pero en verde, es que hay que dar tiempo al tiempo. Baleares está terminando la política de inmersión lingüística y expulsión de los castellano hablantes. Y Valencia va a llevar algo más de tiempo y de adoctrinamiento patriótico. Pero las cosas progresan adecuadamente. Cualquiera que mañana mismo quiera gobernar España tendrá que pactar con quienes están colocando cargas de demolición al Estado pagadas por el mismo Estado. ¿Alguien puede pensar un escenario peor?

Si Rajoy se equivocó con el palo, Sánchez, con la zanahoria, no ha hecho más que engordar al burro catalán. Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio.

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