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Entender + con la Historia

Un siglo pagando con tarjetas

Sin solución de continuidad, sin un respiro, este viernes comienzan las rebajas; aunque en realidad ya hace días que en algunos establecimientos comerciales han empezado a hacer descuentos, es después de las fiestas de Navidad cuando la publicidad nos empuja a cazar las presuntas gangas que inundan las tiendas. Y, claro, aunque sea un pantalón de un talla más para acomodar los kilos criados a base de turrones y polvorones, seguro que caemos en la tentación.

El problema es que queda una eternidad para que nos ingresen la nómina. Enero es el más largo del año, sin lugar a duda. Pero como de lo que se trata es que la rueda de la economía siga girando, en la cartera tenemos unos rectángulos de plástico con una banda magnética, que nos salvan la vida (o nos la complican más, según cómo se mire). Si antes de la pandemia ya eran habituales, actualmente las tarjetas de crédito se utilizan en el pago de todo tipo de transacciones. Es posible que hoy incluso alguien la haya utilizado para pagar el periódico. Sin embargo, su origen y su uso se remontan a casi hace un siglo.

Grandes almacenes

Aunque existieron intentos previos, el antecedente más similar a lo que tenemos hoy apareció en 1928. La empresa Charga-Plated fabricó unas placas para los grandes almacenes, donde constaban los datos personales de cada cliente. Cada vez que realizaban una compra, se registraba el importe y lo abonaban más adelante. En 1934 algunas compañías aéreas con el eslogan «buy now, pay later» (compra ahora, paga después) pusieron en marcha una tarjeta similar.

Hasta ese momento nadie había logrado crear un sistema suficientemente fiable que permitiera pagar con la misma tarjeta en diferentes establecimientos. El primer intento es de 1950 con la Diners Club (se llamaba así porque inicialmente se ideó para poder pagar en los restaurantes). En 1958 se puso en marcha la famosa American Express y ese mismo año el Bank of America empezó a probar la suya. Inicialmente fue un ensayo local en la ciudad californiana de Fresno, donde el 45% de la población tenía una cuenta en esa entidad financiera. Para el nombre no se devanaron mucho los sesos y la bautizaron como la BankAmericard. La prueba, pese al fiasco inicial, acabó siendo un éxito porque muchos negocios la aceptaron y eso, a su vez, animaba a la clientela a utilizarla cada vez más. Sin embargo, el sistema no generó beneficios hasta 1961. Para evitar despertar a los competidores, Bank of America intentó no dar importancia al buen funcionamiento de su tarjeta, pero en 1966 ya era una evidencia de que aquello era un buen negocio y otras corporaciones desarrollaron sus tarjetas de crédito.

Así, en 1969, una asociación de bancos de EEUU puso en marcha Master Charge (que diez años más tarde se convertiría en la Master Card). Bank of America reaccionó a la ofensiva buscando nuevos aliados y, en 1976, pusieron en circulación la popular Visa. Progresivamente el sistema de pago con tarjetas se fue popularizando por todo el mundo. En España llegó en 1979 de la mano del Banco de Bilbao, mientras otras entidades como el Banco de Santander inicialmente lo descartaron porque consideraban que sus clientes no utilizarían ese método, que entonces estaba reservado a una minoría.

Cabe decir que entonces el mecanismo de funcionamiento nada tenía que ver con el actual y todo era más lento. Cuando alguien quería abonar una factura con la tarjeta, el establecimiento tenía que llamar por teléfono para realizar la comprobación con la entidad bancaria conforme aquel cliente tenía solvencia económica. Cuando las corporaciones financieras introdujeron los sistemas de gestión informática, el protocolo se simplificó y era mucho más rápido. Nada comparable, sin embargo, con la actualidad. La combinación de la tecnología digital y la conexión inalámbrica de los aparatos hace que ya no haya nada más fácil que pagar con tarjeta. O con el móvil, o con el reloj... o lo que sea que se inventen de ahora en adelante. Es solo un suspiro. De lo que se trata es de que la rueda de la economía no pare. Ni por fiestas ni por rebajas.

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