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José María Lizundia

El sintagma falso: la España vaciada

Al parecer fue Sergio del Molino quien puso en boga el concepto de España vacía, con un libro del mismo nombre, que completó con una segunda edición de tipo aclaratorio: Contra la España vacía, debido a su tergiversación política básicamente aunque no única, ya que había quienes querían seguir a los trascendentalistas americanos en su regreso a la naturaleza. Quien como yo ha disfrutado mucho de otros títulos del autor, quise mantenerme totalmente alejado del festival rumbero de la España vaciada que no es de él, y deplora.

La España vacía fue la constatación de un hecho y pretendía el conocimiento y la vertebración más estrecha de España, imagino que como postulara en Lugares fuera de sitio, en relación a excepciones en la continuidad territorial de España (Gibraltar, Treviño, Andorra, Melilla, etc.) como avatares de la historia que deben permanecer igual y con lo que no podía estar más de acuerdo. Abogaba por el valor de la diferencia, anomalía y excepción como caprichos de la historia que se hacen surcos y arrugas de su piel. La denominada España vaciada requiere un agente causante, alguien que desde el momento semántico de pronunciarlo la hubiera vaciado y evidentemente con fines perversos. Hasta el nuevo «Madrit» que está ideando Pedro Sánchez (y su aparato de Estado) con el esparcimiento del estado entre trigales y olivares como simientes para un mundo rural idílicamente burocratizado; de hacerlo ¿por que no empezar por los sindicatos?

Nadie, por metafísicamente imposible, ha podido vaciar la España interior esteparia y dura, simplemente ha ido ella repeliendo generación tras generación a sus hijos. No olvidemos que tampoco fue en muchos casos voluntariamente poblada sino por Cartas-puebla y otras concesiones reales, con el retroceso musulmán. El que un inflexible agente exterior la haya vaciado comporta que tuvo que dejar en algún lugar a los afectados. Y sin duda hubo de encontrar resistencias, porque tendría que ser contra la voluntad de algunos moradores. Exactamente igual que con los desahucios. La humanidad ha conocido la emigración a las ciudades como producto de la modernidad y la revolución industrial, como que China tenía que crecer más del 8% del PIB para absorber en las ciudades a los campesinos en busca de mejor vida. Otro fenómeno en los países desarrollados es la búsqueda de la costa y mejores climas.

Creíamos que teníamos un serio y urgente problema con un tipo de desplazamiento de poblaciones, como es la emigración. Draghi en Italia ha cuantificado la que necesita perentoriamente: 70.000 (bajísima natalidad/alto envejecimiento), pero Pedro Sánchez sabe combinar el no solucionar absolutamente nada con su inverso: crear problemas acuciantes donde no eran.

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