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Jorge Dezcallar

Observatorio

Jorge Dezcallar

El año 2021 en positivo

El año 2021 en positivo

Empezamos el nuevo año con ánimo renovado pero también con comprensible aprensión sobre el futuro inmediato a la vista de lo acontecido en el que acaba de terminar. Benedetti, que era un pesimista visceral, se justificaba argumentando que «un pesimista es un optimista informado» y a mí, sin caer en lo uno ni en lo otro, me gustaría contribuir a subirles un poco el ánimo comentando algunas cosas buenas que también han pasado últimamente y que animan a mirar hacia adelante con más confianza. Y no digo iluminar el futuro porque con los precios astronómicos de la factura de la luz dejarían ustedes de leerme y yo les aplaudiría.

En primer lugar, el año 2021 nos ha dado conciencia de nuestra humanidad por encima de fronteras, razas y religiones, de nuestra vulnerabilidad y también de nuestra interdependencia. Que no es poco. Lo sabíamos, pero a partir de ahora ya no lo podemos ignorar. Solo nos falta actuar en consecuencia.

En 2021 se ha hecho un enorme esfuerzo científico para diseñar, fabricar y distribuir vacunas contra el covid-19 y sus diversas mutaciones. Al menos para los países ricos que pueden pagarlas, porque los pobres las siguen esperando. Nunca antes se había logrado hacer trabajar juntos a tantos cerebros con un mismo objetivo, y eso ha sido posible gracias a internet, que ha permitido compartir en tiempo real avances que se hacían de forma dispersa pero coordinada en las cuatro partes del mundo. Ha sido un hito del que podemos estar orgullosos.

La pandemia ha matado y alterado nuestras vidas pero también nos ha dejado un admirable ejemplo de abnegación y entrega por parte de todos aquellos involucrados en la primera línea de la lucha contra el virus. Todos han respondido con generosidad y con espíritu solidario al enorme esfuerzo que les hemos exigido y que por desgracia les tenemos que seguir pidiendo todavía hoy. Su ejemplo es un estímulo.

Ha sido un año destacado en logros científicos como que por fin la OMS haya avalado la primera vacuna contra la malaria, una enfermedad de pobres que mata a 400.000 personas cada año, o que China haya sido capaz de enviar vehículos robotizados a Marte que han logrado hacer volar un helicóptero en su fina atmósfera. Se ha descubierto la estructura de las proteínas y se han utilizado por vez primera las tijeras genéticas (CRISPR), dos avances científicos con enormes repercusiones para nuestra salud. También ha seguido bajando el precio de la energía solar mientras continuaba aumentando la eficiencia de las baterías de litio-iones, dos cosas necesarias para la producción y almacenamiento de energía limpia.

Y aunque las relaciones entre norteamericanos, chinos y rusos dejan mucho que desear, durante este año las cosas no han llegado a mayores y eso solo ya es positivo. Incluso han logrado cooperar tímidamente en desarme o contra el calentamiento global. No es para tirar cohetes pero menos da una piedra, porque sería de ciegos no ver que el ambiente entre ellos no deja de empeorar, como muestra la conversación Biden-Putin de esta misma semana.

También la Unión Europea se ha portado bien. Frente a la dañina austeridad de 2008 ahora ha habido generosidad en los fondos repartidos para luchar contra los efectos de la pandemia, e incluso se han sentado unas tímidas bases que quizás permitan avanzar hacia una futura Federación Europea. Quizás. La UE ha actuado bien contra el virus tras comprensibles titubeos iniciales y ha dado otro paso importante con la creación de una fuerza militar de despliegue rápido, que puede ser el embrión de esa defensa autónoma que tanta falta nos hace para pintar en el mundo. De nuevo solo quizás. Y como no puede haber defensa común sin política exterior común, hay que esperar que la una llevará a la otra. Europa le ha visto las orejas al lobo y se ha puesto en marcha para evitar el temido síndrome de Venecia. Deseo no equivocarme.

Yo personalmente también celebro que Joe Biden haya reemplazado a Donald Trump en la Casa Blanca porque creo que unos Estados Unidos previsibles y partidarios del multilateralismo contribuyen a la estabilidad mundial que tanto necesitamos todos. Y porque Occidente necesita un líder fuerte... aunque ese líder no siempre se porte como desearíamos los demás.

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