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SANGRE DE DRAGO

La necesidad de estrenar

La puerta de enero, primer mes de un año nuevo recién estrenado, con mil ilusiones y esperanzas, con el desafío, aún permanente, de una pandemia. Asomados al balcón de los años, contemplando pasar el tiempo con una agenda en la mano; así estamos. Como niños jugando al tejo, sabiendo que, en doce saltos ágiles y certeros, podremos volver a empezar. Aunque hayamos brindado este año, como la vida misma, se inicia solos en un acto interno de pensamiento, y deseando que Dios bendiga el tiempo que nos ha regalado.

Estamos hechos de espacio y tiempo, de biología, de psicología, y de esa extraordinaria dimensión social que hace que todo merezca una experiencia de novedad. De diciembre a enero materialmente nada ha cambiado; todo sigue igual, pero la dimensión simbólica del cambio es indudable. Necesitamos signos que transformen en esperanza nuestros realismos. Necesitamos años nuevos, meses nuevos, nuevas semanas, nuevos momentos y proyectos nuevos.

Necesitamos estrenar, renovar, despertar.

Necesitamos amanecer, redescubrir. Necesitamos que el tiempo tenga inicios y finales que nos den la ocasión de volver a mirar.

De muchas maneras siempre es todo algo nuevo. El río de Heráclito mantiene su curso a lo largo de una historia que nos resistimos a imaginar meramente cíclica. Una historia en movimiento, sometida al cambio, que experimenta que hoy es distinto que ayer. Una línea, una flecha empapada en esa barruntada verdad de que mañana será mejor. A eso llamamos esperanza. No queremos que sea una ilusa utopía. La experiencia nos ha enseñado que el tiempo mejora la especie, que la hace más adaptable, que la hace desarrollarse: eso es la evolución que, como decía San Juan Pablo II, es la forma histórica del concepto filosófico de creación.

En el libro de nuestra biografía siempre quedan páginas en blanco que debemos reescribir con inteligente libertad. Es curioso como la civilización occidental, empapada en experiencia cristiana, comienza el año desde la sorpresa de la fiesta de la Epifanía, comúnmente conocida como la fiesta de los Reyes Magos, que con tanta ilusión infantil nos enseña que es posible sorprendernos siempre. Lo nuevo, lo inesperado, lo necesitemos o no, despierta una nueva ilusión cada enero. Un año es siempre un regalo que como tal debemos agradecer. Un regalo para el que tenemos 365 días de plazo para ir abriéndolo. Y, porque somos esperanza, aun sin conocer cómo será exactamente este año que estrenamos, corremos el riesgo generoso de decirnos mutuamente feliz año nuevo.

En cualquier supermercado hay dos momentos simbólicos: cuando recoges el carro y cuando lo entregas al final para recuperar la moneda que ha soltado de la cadena. Al cogerlo, aún sabiendo lo que necesitas y lo que quieres adquirir, el carro está vacío. Acabamos de recoger el carro del 2022. Todos tenemos la lista de la compra en la cabeza y en el corazón: seamos prudente, seamos justos.

La necesidad de estrenar. Habría que pensar en ello.

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