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Juan J. Pérez Piqueras

La brújula estratégica de la Unión Europea

El pasado 21 de noviembre fue publicado un editorial en este periódico titulado Modernizar la seguridad aérea de Canarias, donde se trataba de la inseguridad militar actual por la evidente veteranía de los aviones de combate F-18 que nos protegen en Gando (Gran Canaria), y de un documento titulado como este escrito (La Brújula...), con el que pretendo una vez más difundir y analizar temas relativos a la Defensa y Seguridad de Canarias y, por tanto, de España. Aquí cabe decir que la petición ha sido escuchada y la compra de veinte nuevos aviones de combate Eurofighter Tyfoon, Trancha 3, con radar E-SCAN, lo más moderno, ha sido autorizada por el Consejo de Ministros del pasado 14 de diciembre, por un presupuesto de 2.000 millones de euros.

Por otra parte, el Consejo Europeo, la Presidencia de la Comisión y el Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea (UE), que ocupa nuestro compatriota Josep Borrell, o sea, tres altas instituciones representativas deciden retomar la Estrategia de Seguridad Europea de 2016, titulada “Visión compartida, acción común: Una Europa más fuerte”, en la que se parte de una base común en política exterior, seguridad y defensa, a seguir en una acción exterior de emergencia.

Pero hoy la situación estratégica mundial ha cambiado, es más volátil, cambiante, por lo que se ha visto la necesidad de elaborar un documento nuevo llamado brújula estratégica, donde se analiza de nuevo aquél documento en base a las amenazas actuales previsibles a la UE en todas las direcciones (de ahí su nombre brújula).

Dos causas han venido a coincidir para que esta situación haya cambiado y se decida una nueva estrategia. Por una parte, los cambios estratégicos adoptados por los Estados Unidos (EEUU) tras la caída de la URSS, allá por los años noventa, orientando sus fuerzas hacia una nueva y única hegemonía mundial iniciada por los presidentes Ronald Rigan y George Bush y actualizada por Barak Obama, que programó la Estrategia de Seguridad Nacional de 2017. Pero Donald Trump es el que le dió gran impulso con enfrentamientos a China, con guerras tecnológicas y comerciales, y a Rusia como objetivo incómodo hacia la OTAN en Europa, como la actual tensión en las fronteras con Ucrania o entre Polonia y Bielorrusia; y ahora seguida por Joseph Biden desde su toma del poder, que ha decidido una nueva Alianza de gran trascendencia geopolítica con el Reino Unido y Australia (llamada AUKUS), en un giro hacia el Indo-Pacífico estrechando vínculos, además, con Vietnam, Filipinas, Singapur y Japón, para contener el poder marítimo de Pekín. Y, por otra parte, la desastrosa y caótica retirada de Afganistán de las Tropas Occidentales, decidida y organizada por los EEUU, tema que puso en evidencia la total dependencia militar de los europeos de aquella potencia.

Es por ello las oportunas declaraciones del Alto Representante Josep Borrell a la prensa, que justifican ésta nueva estrategia que pretende la UE: «Para evitar ser los perdedores de la competencia entre los Estados Unidos y China tenemos que reaprender el lenguaje del poder y percibirnos como un actor geoestratégico de rango superior».

Pero veamos cómo se viene desarrollando. Nuestro Gobierno ya realizó un acercamiento a los Países Bajos para avanzar en un concepto común sobre una autonomía estratégica para la UE, presentando un documento en marzo de 2020. Ambas naciones, de diferentes entornos geográficos (norte y sur de la Unión y diferentes problemas...) se adelantan por la diversidad de criterios que existen entre todas las naciones, pensando en algo así como un borrador o boceto inicial, sobre todo por la capacidad de las dos grandes potencias, Alemania y Francia, de arrimar el ascua a su sardina. La primera condicionando una unidad estratégica cercana a la geoestrategia atlántica de los EEUU y la OTAN; y la segunda, donde sobresale el presidente Emmanuel Macron, centrando y dirigiendo esta autonomía a sus intereses particulares, con la pretensión de liderazgo, pues la salida británica de la Unión deja a Francia como el único país con potencia nuclear, aparte del prestigio de tener asiento permanente en el el Consejo de Seguridad de la ONU, con derecho de veto.

El hecho de que Francia haya recibido la injusta y repentina humillación consecuencia de la Alianza AUKUS, realizada en secreto y posible alevosía, para actuar en una zona también de su influencia, al tener países como la Polinesia Francesa o Nueva Caledonia (ahora con referéndums por la soberanía) en el Pacífico Sur. Además de la gran pérdida económica con la resolución inesperada del contrato con Australia para fabricar submarinos de propulsión a diésel, y sustituirlos por submarinos estadounidenses nucleares. Todo ello hace a Macron el lider más interesado, motivado y con mayor autoridad, a mi entender, para regir este nuevo proyecto, a pesar de su ego y la famosa y exagerada grandeur de la France, a la que ha hecho mención en unas declaraciones: «J’assume ce discours de grandeur. Il est à la haute du moment que nous vivons», que no necesita traducción.

España, por su parte, tiene la oportunidad de activar una proyección estratégica hacia África, de donde nos pueden venir directamente las amenazas. Dos temas pudieran apoyar este proyecto hispano, la iniciativa tomada por el Gobierno tras la crisis en el abandono de Afganistán, al ofrecerse unificar en Getafe todas las llegadas de afganos que huían de los talibanes. Ello nos ha supuesto un tanto a favor por la solidaridad demostrada. Y por supuesto la celebración de la próxima cumbre de la OTAN en Madrid, donde se definirán las importantes relaciones futuras con la Unión, que está programada para los días 29 y 30 de junio de 2022.

No es fácil que llegue a la meta este gran proyecto de La Brújula, pues tras la marcha de Angela Merkel ha desaparecido el liderazgo claro y contundente que poseía entre los dirigentes de los 27 Estados de la Unión. Por el momento, Macron lo intenta declarando potenciar y defender una cultura estratégica común, en la que entremos todos. Ningún otro de los actuales dirigentes parecen tener el prestigio necesario.

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