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Jorge Bethencourt

Manual de objeciones

Jorge Bethencourt

Un año mejor

Un día descubrí que mi madre conservaba estampas de la época de Fumanchú, botones de abrigos que ya no existían, llamadores de gavetas de casas antiguas y millones de restos de rollos de hilo de coser de todos los colores imaginables, algunos con una pequeña aguja enhebrada con un resto del hilo insertada en el rollo. La casa de la vieja era una colección de pequeños objetos inservibles del pasado. ¿Por qué los guardaba? Pues por si acaso.

Ella era una de esas personas que siguen guardando los billetes de lotería que no han salido premiados. Y que has comprobado que no han salido premiado, pero que, extrañamente, sigues conservando durante unas semanas o unos meses, ahí, encima de la mesa del despacho, nadie sabe por qué. Como si confiaras en que repentinamente se convirtieran en boletos premiados por arte de una magia imposible. Como si pensaras que aún valen veinte euros cuando ya sabes, desgraciadamente, que no valen ni el papel en el que están impresos. Pero los guardas. Por si acaso.

Hay personas que son así. Y son la sal de la tierra. Son los optimistas inquebrantables. Los que ven el vaso medio lleno aunque solo quede el culillo. Son la esperanza de cualquier sociobarómetro del Gobierno de Canaria. Los que miran un día nublado pensando que en un par de horas seguro que va a salir un solajero que raja las piedras. Y si acaso llueve siempre dicen: «esto es para más calor».

Es ese tipo de persona que va contigo en el Titanic y que cuando el agua te está llegando por las rodillas te da una palmada en la espalda y te dice que hay que tener ánimo, que el barco es insumergible, que hay lanchas para todos y que aunque el capitán ya se está subiendo a una con cara despavorida, la orquesta está tocando a todo trapo y eso significa que todo va a ir mejor.

Hay un 20% de gente en España que considera que este año va a ser maravilloso. Que la economía va a florecer trepando como una enredadera por los meses venideros, creando empleo estable y bien pagado. Dos de cada diez seres humanos cree firmemente que el virus va desaparecer esfumándose en el aire y que nuestra vida regresará a la normalidad, al besuqueo y al estornudo sin ser acusado de acto criminal. Que los turistas nos saldrán por los pelos de las orejas. Y que este 2022 va a ser la leche.

Admiro a esa gente inquebrantable. Gente pintada color esperanza. Con un optimismo que no descarrila por choque con la realidad. Así que, nada, me apunto. Este año voy a hacer deporte, a bajar diez kilos, a hacer vida sana, va a crecer el empleo, volverá el turismo y en La Palma van a pintar las rayas de las carreteras con pan de oro.

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