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Isidoro Sánchez

Los pinos canarios y el volcán

La verdad fue que La Palma ocupó la atención mundial por el desastre material de la erupción volcánica y la crisis psíquica que produjo en gran parte de la sociedad palmera. Conocía a algunos amigos y amigas de la isla, así como a los científicos que dormían en La Palma siguiendo el impacto de las bocas volcánicas, de las cenizas, de los piroclastos al igual que de las coladas lávicas y otras alteraciones de la naturaleza que puso en guardia y afecto la salud mental de muchos ciudadanos residentes en La Palma.

Preocupó la situación generada en la vida social y económica de la isla Bonita. Tanto en lo material como en lo espiritual. Así un día tras otro hasta que llegamos al apagón del volcán. Algunas fotos se convirtieron en referentes y en fuentes de inspiración. El caso del agricultor que cargaba una piña de plátanos de la costa palmera salpicado de cenizas volcánicas pasó a la historia del arte fotográfico. Los chicos en los colegios, el aeropuerto, las casas destrozadas y sepultadas por las lavas y las iglesias destruidas nos impactaron sobremanera. La economía, la sanidad y la ecología hicieron acto de presencia en muchas ocasiones. Me llamaron la atención las referencias a los pinos canarios y a su biodiversidad. Ingenieros y biólogos, locales y foráneos se interesaron por la costumbre de la adaptación de los pinos canarios al fuego volcánico.

Entonces me acordé del catedrático don Luis Ceballos y sus clases de botánica en la Etsimo en los años de 1960, así como de geobotánica resaltando el papel desempeñado por el naturalista alemán Alejandro de Humboldt cuando definió los pisos de vegetación que encontró en el valle de La Orotava en otra isla canaria, la de Tenerife, cuando ascendió desde el mar Atlántico hasta el Pico del volcán Teide. Entre los pisos de vegetación le llamó la atención los pinos canarios cuya fisonomía era función del suelo volcánico, del clima y de la altitud donde crecían, por encima de los 1.500 metros hasta los 2.000 metros.

Así mismo de su libro editado en 1951, reeditado en 1976 por el Cabildo de Tenerife a propuesta del consejero y profesor Wolfredo Wildpret, titulado Vegetación y flora forestal de las Canarias occidentales y con Francisco Ortuño de coautor. Nos contaba el profesor Ceballos que los pinos canarios, además de tener tres acículas, brotaban de cepa y resistían el paso del fuego. Eran resilientes al superar la crisis vegetal generada por los fuegos. También nos contaba don Luis que los pinos canarios se habían repartido por los países mediterráneos europeos y se habían encontrado fósiles de los mismos.

Curiosamente en estos días posteriores al apagón del volcán palmero han irrumpido en el mundo periodístico una amplia e interesante información acerca de los pinos canarios y el fuego volcánico. Unas veces aparecen en las redes sociales, otras en las televisiones y recientemente en la prensa canaria y en revistas forestales. Por ello no me olvidaré el interés del profesor Jean Dausset, Premio Nobel de Medicina en 1980 cuando visitó Canarias dos años más tarde y se interesó por los pinos canarios. De hecho le envié una caja a Paris para que pudiera hacer experiencias de cultivo y repoblación con dos docenas de pinos. Le conté entonces la carta que le envié a la NASA cuando el alunizaje de 1969 donde les pedía que llevase una caja de pinos canarios para que pudieran plantarlos en suelo volcánico de la Luna.

De los pinos canarios han hablado mucho y bien, por su relación con el volcán de Cumbre Vieja, biólogos e ingenieros de montes. Unos porque trabajan en la isla de La Palma al pie del volcán como Manuel Nogales biólogo del CSIC, experto en biodiversidad e hijo de uno de mis jefes forestales de cuando mi etapa en el PFE y en el Icona, el inspector Juan Nogales. Me enseñó en Gran Canaria que los pinos canarios que crecían en el pinar de Tamadaba, además de resistir el paso del fuego también brotaban de cepa. Una singularidad de solo dos pinos en el mundo. Uno el canario y otro el Pino roxburghii en Himalaya. Al parecer Tamadaba era uno de esos bosques canarios que habían surgido de esa manera. Otros como también el biólogo y doctor ingeniero de Montes, Luis Gil, al igual que la compañera Inés González, ingeniero de montes, publicaron el libro Historia del paisaje forestal de las Islas Canarias donde cuentan el estudio que habían realizado sobre la resistencia de pino canario a las altas temperaturas debida a su adaptación a la naturaleza volcánica de las islas donde los pinos canarios llevan conviviendo con las erupciones volcánicas entre 12 y 14 millones de años.

Recientemente he podido leer otro artículo del ingeniero de montes, Juan Barranco, en la revista Montes número 145 del cuarto trimestre de 2021 donde se preguntaba por qué no arde el monte en la erupción de La Palma.

Resaltaba que los pinos canarios se han acostumbrado a los volcanes y a los incendios como manifestó un científico griego, Stavros Meletlidis, que trabajó con todo el equipo multidisciplinar que asombró a la sociedad canaria, convencida de la importancia de hacerle caso a los científicos, que han dado muestra de una profesionalidad tremenda durante casi tres meses de vulcanismo puro.

Coincido con el profesor griego a la hora de sentenciar: «Hay que devolverles el volcán a los palmeros».

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