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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Pedir disculpas a Juan Carlos I

El archivo de la investigación suiza contra los cien millones en negro riguroso de Juan Carlos I es una excelente noticia para la corrupción. Ningún ser humano aguanta tres años de pesquisas de la fiscalía y la policía helvéticas sin un borrón. La resiliencia del emérito ha doblegado la tenacidad de los calvinistas ginebrinos. Los patriotas no deben detenerse en la rehabilitación del penúltimo jefe de Estado, porque este triunfo legal va más allá de restaurar la monarquía, para reactivar el orgullo de país.

No puede exagerarse la magnitud del triunfo logrado por Juan Carlos I en campo contrario, sin duda la victoria más sonada desde Pinochet en Londres’2000. De hecho, el comunicado de la fiscalía anota que tanto la carísima novia del monarca como sus palafreneros no solo son inocentes, sino que quedan «disculpés». Exculpados y con petición de excusas. Los fiscales suizos lavan más blanco que los banqueros del mismo país, donde cien millones de dólares son una bagatela frente al tráfico cotidiano de los pagos procedentes de extorsiones, drogas y armamentos varios. Quienes leen al siempre provechoso Gabriel Zucman ya saben que todos los paraísos fiscales desembocan en Suiza.

Al igual que sucede en los casos archivados de corrupción española, el cierre también viene aquí endulzado con las jerigonzas judiciales de la victoria moral. En resumen, los ciudadanos tienen razón pero no vamos a dársela. El periodismo vuelve a pagar el precio de exigir a sus investigaciones el pasaporte de un refrendo judicial, un invento de Pedro Jota Ramírez que exigiría que los perseguidores fueran tan inocentes como las víctimas. Y a los memoriosos les quedará grabada la imagen de un jefe de Estado español paseando por Ginebra, con un maletín que contiene dos millones de dólares regalados por el sultán de Bahréin. A cambio de nada, claro.

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