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Wladimiro Rodríguez Brito

El sector primario en Canarias y la bolsa de Chicago

Los últimos acontecimientos sanitarios y sociales nos obligan a leer lo que ocurre en nuestro entorno respecto al medioambiente, los alimentos y la salud. Parece que en los últimos meses nos hemos enterado de la debilidad del aparato productivo en las islas y de la alta dependencia del exterior. Las islas tienen dificultades para el autoabastecimiento en cereales, carne y leche. La demanda local y lo que aporta la cabaña propia están separadas por un gran barranco, que se hace más profundo cuando entramos en los establos o contemplamos el campo sin ganado y leemos la procedencia de los alimentos.

Esto pone de manifiesto el descuido de los responsables políticos locales a la hora de cuidar un plan forrajero de importantes recursos ociosos como el agua y el suelo para potenciar una ganadería local. Hablamos de forrajes, locales, terrenos valutos, aguas depuradas reutilizadas, regadíos, ganadería, gestión ambiental, limpieza de entornos forestales, cortafuegos, ganadera, estiércol, pinocha, agricultura, prevención de incendios y el pastoreo como actividad ambiental.

Las mejoras genéticas, los agroquímicos y la mecanización nos hicieron creer que sobraban los alimentos en el mundo. Sin embargo, en pocos años nos hemos enterado que el mar da alimentos y de la llamada Revolución Verde de trigo, maíz, arroz y de supuestas cosechas milagrosas que equiparan la agricultura con las fábricas de tornillos. Es decir, más producción, más capital y más rendimiento.

Sin embargo, la naturaleza nos dice que no es posible aplicar leyes industriales ni el capitalismo salvaje en el mundo agrario. Todavía no sabemos todas las consecuencias de la Revolución Verde. Hay que estudiar la agricultura y aprovechar los conocimientos empíricos de los campesinos sobre los grandes procesos de urbanización de la población. No puede haber campo sin campesinos ni islas vacías y, lo que es peor, que el trabajo del campo esté mal pagado y peor valorado por una cultura urbana consumista. Los productos industriales suben porcentajes elevados y en España hay que movilizar a todo el país para pagar 0,04 céntimos más por un litro de leche y pasar de los 0,36 euros a 0,40 euros/litro mientras la luz sube de forma exponencial y ni nos inmutamos.

La bolsa de Chicago decide el precio del arroz en Java o el del maíz en Méjico. Un grupo empresarial que no cultiva cereal compra producciones y pone precio a cosechas en pleno crecimiento. Es decir, conocen cómo están las cosechas en el planeta y tienen los hilos para poner precio de la soja según la demanda. Ahora es China y mañana será en la cuenca del río Paraná y los gobiernos de Argentina, Paraguay y Brasil apenas pueden decidir en un porcentaje de compra.

Aquí y ahora los precios del maíz, la soja y la cebada con la que se alimentan las cabras en Fuerteventura y las gallinas en Garafía los deciden en Chicago. Nosotros podemos poner remiendos al pantalón cosido en el comercio mundial mirando para dentro y cuidando nuestros limitados recursos.

En Canarias tenemos unos consumos de agua en las zonas urbanas turísticas de más de 250 hm3. Si depuramos el 80 % y la destinamos al riego de plantas forrajeras, poniendo una media de 600 litros/m2 en las zonas de medianías y en los suelos secos del sotaventos unos 1.000 litros/m2, podemos regar más de 3.000 ha de plantas forrajeras solo con aguas depuradas reutilizadas que ahora están contaminando nuestras costas.

Esta reflexión sobre las aguas urbanas depuradas y reutilizadas es entendible en numerosos pueblos del mundo, desde Singapur hasta Ámsterdam, pero tiene un inconveniente en Canarias: hablar de obras públicas es hacer más carreteras y puertos porque los coches han marcado las prioridades. Sin embargo, creo que nos toca hablar de otros temas básicos que también necesitan infraestructuras vinculadas al sector primario para el futuro de esta tierra.

En Canarias, más que doblar puertos y aeropuertos, hemos de construir depuradoras y una red de aguas depuradas hacia las zonas para cultivar frutales y forrajes. Tenemos que potenciar nuestro sector primario, nuestra agricultura y ganadería. Eso nos permitiría mirar menos a la bolsa de Chicago y mirar más hacia dentro, hacia nuestra tierra, para vislumbrar un futuro mejor.

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