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Rafael Dorta

Crónicas de la Revo-ilusión

Rafael Dorta

Somos atasco

Miramos a papá Cabildo implorando respuestas que no llegan. Me pregunto si algún político sería capaz de inmolarse electoralmente, y establecer las matrículas que pueden circular cada día, y mandar al resto de la gente a teletrabajar o a que se busquen a alguien para que los lleve cuando les toque. Nos arrodillamos ante los altares universitarios a ver si de repente se dan cuenta de que forman parte de la sociedad y retrasan una hora el comienzo del horario lectivo. Tamaño cambio de costumbres podría afectar gravemente al ecosistema del «a mí no me mires ni me molestes que yo no tengo la culpa». Apelamos a la incompleta red de transporte público para rogarle que amplíe sus rutas, y que discurra por las inexistentes vías habilitadas para disfrutar de la economía verde entre plácidas guaguas y cómodos tranvías.

Nadie dijo nunca que estos planes fueran rápidos y mucho menos, baratos. Buscamos los planos de los trenes de alta velocidad al sur y al norte, con sus paradas, sus intercambiadores y sus megafinanciaciones. Creo que esto lo dejé en el cajón del ya veremos. Todo parece muy imposible, aunque el anillo insular parece que ya lo van a terminar, aunque, a decir verdad, ya hay voces autorizadas anunciando que no será suficiente. Recuperamos el asfalto, esas autopistas de tres carriles, esas rotondas mayúsculas, esa depredación del territorio más o menos discutible. Tampoco así cabemos, las cuentas no salen con un número inasumible de vehículos por habitante. Tomamos aliento y estudiamos nuestro ombligo, el cordón cultural que nos une a la madre del «tengo derecho a moverme con el último modelo híbrido que para eso me gasté las perras y, además, voy solo porque es mío y no me digas que no hay aparcamiento». Volvemos a protestar, queremos soluciones al atasco que somos.

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