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Jorge Bethencourt

Manual de objeciones

Jorge Bethencourt

Obras de fantasía

Cuando a finales del pasado 2020 se presentó el proyecto de las cuentas de este año que padecemos, el Gobierno canario desplegó el arsenal de optimismo que siempre precede a las fiestas patronales presupuestarias. El responsable de Hacienda, Román Rodríguez, utilizó entonces los mismos floripondios que usa hoy para los Presupuestos del año que viene. Tomemos tres contundentes afirmaciones de aquel momento.

Una. «Cuando se corrija el virus, el repunte de la economía va a ser brutal. Esta crisis no es estructural, sino sanitaria».

Dos. «Habíamos previsto 86 millones para la Renta Canaria de Ciudadanía. Luego llegó el Estado y puso el Ingreso Mínimo Vital (IMV). Ese dinero se quedará en derechos sociales para otros aspectos».

Tres: «Los ingresos previstos se lograrán, salvo que haya una bomba nuclear».

Empezando por el final. El penacho de gases del volcán de La Palma no es un hongo atómico pero las previsiones de recaudación que se hicieron en los presupuestos de este año no se han cumplido. Los ingresos por el IGIC se han estancado en las cifras de la crisis. Recaudaremos casi trescientos millones menos que en la economía previa a la pandemia y unos 17 millones menos que en 2020.

El repunte brutal de la economía tras la extinción del virus no ha sido tal. Ni mucho menos. Primero porque el virus, como el dinosaurio, sigue aquí. Y porque a la brusca parada del comercio mundial, provocada por la pandemia, le han seguido efectos devastadores como la escasez de materias primas estratégicas, el alza en los precios del transporte y los costos de la energía o la inflación galopante. Los profetas de provincia siempre corremos un enorme riesgo cuando vaticinamos el futuro con análisis científicos basados en la lectura de hígados de pardela, pero mucho más en estos tiempos líquidos, donde todo puede cambiar en un instante.

Román Rodríguez no acertó. Nada ha impedido el mayor empobrecimiento de la sociedad canaria más vulnerable. El aumento de los precios devalúa el valor de los ya bajos salarios del precariado laboral canario. Y los fondos públicos extraordinarios que vienen de Europa se están perdiendo en el dédalo de una burocracia incompetente para ejecutar la ficción de los presupuestos.

Vayamos a la última predicción. El Estado, con el Ingreso Mínimo Vital, venía a sustituir este año a la Renta de Ciudadanía canaria. Madrid se hacía cargo. ¿Y qué hizo? Nada. Así que ni renta, ni ingreso. Ni una cosa, ni la otra. De cien mil peticiones en Canarias el IMV ha atendido menos de quince mil. Esa es la respuesta a una sociedad que tiene, según las cifras oficiales, trescientas y pico mil personas viviendo al borde de la pobreza.

Las cuentas del año que viene son del mismo humo color rosa. Las previsiones de ingresos y gastos no se van a cumplir. Y se sabe desde ya mismo. Los presupuestos de cualquier país siempre han pertenecido al género de la ficción pero los de Canarias, últimamente, deberían estar en la sección de Fantasía.

Las papas al fuego

Hace muy poco nos agarramos un cabreo porque las previsiones de inversiones directas del Gobierno de España en Canarias para el año que viene eran –y son– los mismos 362 millones de euros que vinieron para este año. Una caca. Y más si se tiene en cuenta que ese capítulo de inversiones crece en más de dos mil millones, hasta los 21.000, en toda España. Desde el Ministerio de Hacienda y sus siempre entusiastas defensores en Canarias se nos aclaró que en realidad a las islas venía mucho más dinero. Porque a esa modesta cifra «congelada» (en el año de la abundancia de fondos comunitarios) había que sumarle, por ejemplo, el convenio de carreteras. Y que contemplando todo lo que «le dan» a las islas se superan de largo los ocho mil millones de euros. Qué felicidad. Qué alegría. Qué trampa. Las inversiones ordinarias en Canarias no se pueden sumar a las extraordinarias que contempla el REF de las islas. Lo dice la ley orgánica del Estatuto de Autonomía. Y lo dice, además, el sentido común. La financiación que se dedica a compensar la insularidad y la lejanía de un archipiélago ultraperiférico sirve para «igualar» sus condiciones a las de territorio peninsular. ¡Igualar, pedazo de toletes! Y a partir de ahí hay que repartir las cartas en igualdad de condiciones. Pero esto es lo que hay: a los más ricos les sigue tocando más. Y a los que tienen más votos nacionalistas en el Congreso –vascos y catalanes– les sigue tocando más. En el futuro sistema de financiación de las Comunidades Autónomas, nos van a dar por donde cargan los camiones. Algunos se están dando cuenta y ya están poniendo las papas al fuego.

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