eldia.es

eldia.es

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

con la historia

El proceso de mitificaciónde la Constitución

Hoy toca llenarse la boca hablando de la Constitución porque el 6 de diciembre de 1978 se celebró el referéndum para aceptar su entrada en vigor. El proceso de mitificación que se ha producido en torno a la Carta Magna, y por extensión de toda la Transición, es fascinante, sobre todo cuando se le pone perspectiva histórica.

Un mosso vota en el referéndum del 6 de diciembre de 1978

Tal y como ha descrito el hispanista danés Carsten Humlebaek en sus artículos académicos, durante la Transición hubo un proceso de reciclaje de símbolos de la dictadura porque, pese a las voces que reclamaban la «ruptura» con el régimen anterior, el objetivo era afianzar la democracia sin provocar la oposición frontal de los franquistas. Se tenía muy presente el recuerdo de la proclamación de la Segunda República, que sí había optado por una ruptura radical con la monarquía alfonsina y en 1975 se quería evitar cualquier comparación con 1931. De hecho, la abolición de la festividad del 18 de Julio no se hizo efectiva hasta 1977.

Fecha fundacional

Así pues, se necesitaba algún hecho simbólico que sirviera de fecha fundacional de la nueva democracia que se estaba construyendo. Se descartó la de la coronación de Juan Carlos porque su figura no tenía suficiente consenso, en buena parte porque su legitimidad estaba vinculada al hecho de que había sido Franco quien le había designado sucesor. Por un momento pareció que las primeras elecciones democráticas de 1977 podrían realizar aquella función de año cero, pero cuando se celebró el referéndum constitucional enseguida hubo voces que reclamaron que le fuera atribuida cierta carga simbólica.

Cabe decir que en diciembre de 1980, cuando ya había ruido de sables, en toda España se organizaron actos para conmemorar el aniversario de su aprobación y reivindicar su trascendencia como base del sistema democrático. Con este contexto, los tres grupos socialistas que había en el Congreso (en aquella época los socialistas vascos y catalanes tenían grupos independientes del PSOE) presentaron una propuesta para que el 6 de diciembre fuera declarado Fiesta Nacional. Desgraciadamente, antes de que se debatiera en el hemiciclo se perpetró el 23-F y todo cambió. Los grupos de izquierdas se dieron cuenta de que no podían dejar los símbolos nacionales tradicionales en manos de los franquistas, que todavía tenían mucha capacidad de movilización, tal y como quedó patente el 20-N de 1981. Aquel día, para homenajear a Franco en el aniversario de su muerte, hubo una manifestación de 150.000 personas en Madrid.

Sin embargo, cuando en 1982 el PSOE llegó al poder, se empezó a dar importancia y relevo institucional al 6 de diciembre. La consecuencia negativa de esa decisión fue la desaparición de las conmemoraciones locales que habían proliferado hasta entonces, porque se entendía que el Gobierno ya se ocupaba de ello; sobre todo a partir de 1983 cuando la jornada fue oficialmente declarada Día de la Constitución. Sin embargo no fue festivo hasta 1986. Ahora bien, se la definió como «fiesta cívica», porque se mantuvo el 12 de octubre como Fiesta Nacional, tal y como recogería la ley de 1987.

A partir de ese momento empezó la institucionalización definitiva de un día que para muchos españoles fue visto como la excusa perfecta para irse de puente al unirse al también festivo 8 de diciembre. Y poco más.

Cuando el Partido Popular llegó a la Moncloa, hubo una reactivación del mito de la Transición. La idea era ofrecer una imagen de formación de derechas moderna, y alejar las sombras franquistas, a pesar de que su fundador hubiera sido Manuel Fraga Iribarne, ministro de la dictadura.

El PP empezó a hablar de «patriotismo constitucional», pero no para destacar los valores cívicos y democráticos de la Carta Magna, sino para enaltecerla como símbolo de unidad nacional y convertirla en un muro de contención frente a los nacionalismos llamados «periféricos», que reclamaban una visión reformable y menos restrictiva del texto de 1978.

En definitiva, la Constitución se convirtió en elemento esencial del nacionalismo español (ahora ya no solo limitado al PP), que ha mitificado la Transición. Y ya se sabe que los mitos no pueden cuestionarse.

Compartir el artículo

stats