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Francisco Pomares

Paciencia

Julio Pérez aseguró en comisión parlamentaria que las ayudas económicas a La Palma «están llegando», un eufemismo para definir la situación real de las ayudas, que puede ser interpretado de muchas formas: estar llegando significa, por ejemplo, que aún no se ha llegado del todo, o incluso que aún no se ha llegado de ninguna manera. Uno está en la parada del tranvía y pregunta cuánto falta para que llegue el tranvía y si alguien contesta que «está llegando», lo que de verdad quiere decir es que «aún no ha llegado». Por eso, la afirmación de Pérez provocó las críticas de una airada oposición, empeñada en vender la pérfida imagen de que muchos de los damnificados por el volcán están sobreviviendo gracias a la caridad. En la comparecencia en Teobaldo Power, el consejero hizo el esfuerzo de reconocer que el volumen de ayudas «no es suficiente», pero se negó a aceptar que las dificultades puedan ser consideradas resultado de la inacción del Gobierno o del resto de las administraciones públicas.

Pero el hecho es que la mayor parte de las ayudas en metálico que han recibido los damnificados son resultado de la solidaridad de sus vecinos y compatriotas, que ha funcionado con mucha más celeridad y sentido de la justicia que el compromiso del Gobierno regional de «no dejar a nadie atrás». Para explicar los esfuerzos realizados por el Gobierno para atender a los afectados y volver a poner en marcha la economía palmera, el consejero puso como ejemplos de las ayudas públicas el realojamiento en hoteles pagados por el Gobierno de los palmeros que se quedaron sin techo, los erte, la compra y distribución de viviendas, el suplemento a la Prestación Canaria de Inserción o las bonificaciones fiscales a los ciudadanos de La Palma. Pérez, que es un tipo bien educado, se enfadó y censuró a sus críticos con severidad: «¿Cómo pueden venir aquí y que no se les caiga la cara?», les dijo.

Lo cierto es que las explicaciones de Pérez implican una cierta confusión sobre lo que implican las ayudas. El Gobierno las prometió, y prometió que serían directas y generales, y prometió que se aplicarían con diligencia y prontitud. Pero lo que el Gobierno ha hecho hasta ahora, y siempre con dificultades, no es materializar un plan de ayudas, sino algunas respuestas de emergencia –muchas de ellas aún por materializar– para afrontar las consecuencias inmediatas de la crisis volcánica. Que el Gobierno se encargue de hospedar a los miles de palmeros afectados por la pérdida de su hogar no es una ayuda, es la obligación ineludible de un Gobierno del primer mundo ante una situación como la que vive la isla. Lo mismo puede decirse de cubrir con ertes a las personas que se han quedado sin trabajo. Son respuestas de emergencia. Como debieran serlo la entrega de viviendas provisionales, una medida en la que –hasta la fecha– la parquedad de los avances producidos en el reparto deberían hacer que se cayera la cara de vergüenza al Gobierno, no a quienes se quejan de falta de atención. Y también deberían ser de urgencia otras medidas como el suplemento de la PCI o las bonificaciones fiscales, y otras que brillan por su ausencia, como el inicio de la reconstrucción de la isla, sus carreteras siniestradas, sus infraestructuras… En cuanto a las ayudas, las únicas que han llegado y se han distribuido proceden de la solidaridad activa con La Palma y sus habitantes. Porque el Gobierno no ha abierto aún el grifo, nadie ha recibido un euro por las propiedades perdidas, y se prometió que eso llegaría rápido, aunque ahora, con los presupuestos del Estado ya negro sobre blanco, nadie con mando en plaza –tampoco el consejero Pérez– es capaz de decir de dónde va a salir el dinero. No pueden considerase ayudas los pagos ya realizados por el Consorcio de Compensación a quienes tenían sus propiedades aseguradas, pagos que se han producido con celeridad a quienes estaban al corriente y disponían de papeles, pero que ni alcanzan a la mayoría, ni en la mayoría de los casos representan siquiera una mínima parte del valor de lo perdido.

¿Ayudas del Gobierno? Eso parece hoy un creativo oximorón. Mejor sentarse y tomárselo con paciencia. Con mucha paciencia.

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