eldia.es

eldia.es

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tal cual

Bielorrusia recurre a la guerra híbrida

Para entender algo de lo que sucede actualmente entre la frontera polaca y la bielorrusa, hay que referirse al insigne Lukashenco, un político que lleva desde 1994 gobernando, con mano de hierro, un país devastado económica y socialmente, y que aún no se ha repuesto del terrible accidente nuclear de Chernóbil. Mi hijo adoptivo, Sacha, cuando le preguntaba por qué sus padres votaban siempre al Lukashenco, me decía: «Papá, piensa con cautela, que más vale malo conocido que bueno por conocer, ya que no está dispuesto a poner en riesgo lo poco que tenemos».

Lukashenco, en realidad es solo un peón de Moscú; y, más concretamente, un elemento perturbador que Putin, el verdadero Zar de Rusia –al menos vive y se comporta como tal–, utiliza a su conveniencia para hostigar y desestabilizar a la timorata Europa. Para ello, y valiéndose de la necesidad de rehacer sus vidas, que tienen miles y miles de refugiados políticos e inmigrantes que huyen de zonas bélicas, han provocado un conflicto o guerra híbrida, basándose en la doctrina Gerasimov.

El general Valeri Gerasimov, jefe del Estado Mayor Ruso, definió el término a través de un discurso titulado El valor de la ciencia radica en la anticipación, al introducir como novedad la guerra no lineal, es decir, que al reducirse la actividad militar en la resolución de conflictos a nivel internacional, aparece o es sustituida por la violencia política, económica y tecnológica. Es más, la violencia puede ser ejercida a través de la desinformación, o información tergiversada, con la intención de controlar sectores claves o sensibles de la sociedad.

Pero este método de hacer política, utilizando a las masas para desestabilizar al gobierno de otro país, no es ninguna novedad. Ya lo ejerció Hasán II de Marruecos cuando empleó a más de 350.000 personas, en su famosa Marcha Verde, haciéndolos vagar por el desierto hasta llegar a la frontera de la provincia española del Sahara, e invadirla. En la estela de su padre, su hijo, Mohamed VI, que insiste en forzar para sus intereses el territorio aún en disputa del Sahara, y con la excusa de la acogida por parte de España del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, decidió dejar pasar por la frontera de Marruecos con Ceuta a cerca de 12.000 inmigrantes marroquíes y algunos subsaharianos. De ellos, 1.000 eran jóvenes e incluso niños, creando una crisis migratoria sin precedentes en la frontera terrestre del continente africano con la UE.

Pero si tenemos un país que sigue la doctrina Gerasimov, ese es, sin lugar a dudas, Turquía. Su líder, Erdogan, ha entendido a la perfección lo que significa hacer la guerra del débil contra el fuerte, o la denominada cuarta generación de la guerra. Utiliza a las masas, para desestabilizar regiones –tal como escalonar de manera estratégica a los refugiados sobre la desunida y descolocada Europa–, o países que más le interesa – más bien sus recursos naturales, como el petróleo o el gas–, tal como Libia, Siria, Irak del norte, el Kurdistán o Chipre.

Ahora, en esta guerra híbrida, en vez de balas se usan personas, o información –más bien desinformación–, tecnología, recursos naturales, el terrorismo o la insurgencia.

Todo con tal de que el supuesto atacante de una guerra no declarada quede impune y se acoja a la negación plausible.

macost33@gmail.com

Compartir el artículo

stats