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El cura Siverio

El cura Siverio

Varios laguneros que mantienen viva su memoria se trasladarán hoy a Los Realejos para recordar y homenajear al presbítero y periodista José Siverio Pérez en el primer aniversario de su fallecimiento. Las restricciones impuestas el pasado año por la covid-19 impidió a la mayoría de ellos acompañarlo entonces y darle el último adiós. La iniciativa la encabezan sus leales amigos Ramón Álvarez Colomer, el doctor Arturo Hardisson de la Torre y Juan Trujillo Cruz. Depositarán flores en el monumento con el busto en bronce del canónigo y periodista tinerfeño. Quieren que sea un acto emotivo, íntimo, expresión de lazos humanos, de afectos compartidos. Y me han invitado a que me sume con unas líneas de recuerdo.

No es esta la primera vez que le dedico al cura Siverio unas palabras. Lo conocí y traté largamente, desde que en 1961 empecé a colaborar, con él como director, en la emisora orotavense La Voz del Valle, primero, y más tarde en Radio Popular de Tenerife. Además, compartimos afanes artísticos y mantuvimos provechosos debates sobre temas patrimoniales de la Iglesia nivariense en la etapa en que presidía la comisión diocesana de patrimonio artístico y monumental, durante el pontificado del obispo Iguacen, de la que este escribidor era miembro representante de la Real Academia Canaria de Bellas Artes. Aquellos intercambios de pareceres, en ocasiones encendidos y no coincidentes, fueron especialmente intensos y también fecundos por lo que sobre todo tuvieron de contraste de opiniones, en la época de preparación del medio milenio de la evangelización del Nuevo Mundo.

En José Siverio confluían la pasión por las artes plásticas, la escultura en especial, y la de un melómano exigente. Fue hacedor de imaginería religiosa, de lo que dejó varios testimonios, entre ellos la imagen del santo José de Anchieta de la Catedral lagunera, que talló en madera de cedro del Brasil y policromó en 1981. Diseñó y construyó retablos. Dirigió coros, la banda de música La Filarmónica de su villa natal, que lo nombró director honorario, y compuso obras musicales para voces y para banda. Ejerció docencia y, hasta casi el final de su existencia, periodismo radiofónico.

José Siverio desarrolló la mayor parte de esta actividad plural entre su villa natal y San Cristóbal de La Laguna, amén los años de estudio de Periodismo en Madrid. Inmediatamente después de haber obtenido la graduación académica en la EOP comenzó a ejercer la dirección de las emisoras antedichas, conjugándola con los deberes propios del ministerio sacerdotal. Fue ordenado presbítero por el obispo Pérez Cáceres en 1952. Se incorporó al cabildo de la catedral nivariense en 1980, en el que desempeñó los cargos de canónigo doctoral, secretario capitular y responsable de los museos catedralicios. Durante su permanencia en el Seminario Diocesano confeccionaba con varios compañeros de estudios la revista Horizontes, de la que fue redactor hasta 1956. También llevó con posterioridad la dirección del mensuario Alcance y la hoja diocesana Pregón. Publicó los libros Un pueblo cualquiera (reportaje de mi parroquia), con prólogo de Alfonso García-Ramos (1959), y Los conventos del Realejo, galardonado en 1976 con el premio Viera y Clavijo de investigación. El pueblo donde nació y al que enriqueció con aportaciones artísticas y culturales diversas lo distinguió en 1995 con el título de hijo predilecto, y en 2002 desveló su busto en bronce, obra del escultor tinerfeño Eladio de la Cruz.

A esta comprimida nota debo añadir que la Asociación de la Prensa de Tenerife (APT) reconoció en 2017 la dilatada entrega de José Siverio al periodismo con el premio Patricio Estévanez a la trayectoria profesional; acto en el que, a petición del presidente de la Asociación, glosé los valores personales y los hitos más notables del itinerario humano y profesional de quien era en aquel momento el periodista de mayor edad de Canarias.

El acto de hoy, que sus organizadores quieren entrañable y sencillo, pone una vez más de manifiesto que, como dice el poeta, la muerte no interrumpe nada. Los afectos, la amistad y los recuerdos perviven.

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