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Francisco Pomares

De apuestas y casinos...

Fui director de periódico durante casi una década, por eso sé de lo que hablo: la mayoría de los periodistas creen que ser director de un medio de comunicación consiste en ir a reuniones y saraos muy divertidos a los que va gente súper interesante, restregarse con políticos y empresarios importantes, y con algún artista o literato, y conspirar de vez en cuando para hacer que el mundo sea mejor o al menos para que a algún tipo con ínfulas (un Román de la vida, por ejemplo) se le peguen unas purgaciones. Pero nada de eso es cierto. Ser director de periódico consiste básicamente en leer y leer y leer lo que otros redactan y corregir para intentar darle un sentido a lo que los demás escriben y tú tienes que emitir o publicar. De eso va, sobre todo, eso de dirigir, aunque a veces también se trata de recibir a un colegio de secundaria y explicarle a los alumnos que está profesión es una suerte de sacerdocio laico, una mixtificación exagerada, inventada para darle a lo que hacemos un valor moral que en realidad no tiene.

El de director de medio de comunicación es de hecho un trabajo muy aburrido, y a veces frustrante: leer lo que otros escriben suele convencerte de que a la mayor parte del periodismo le pasa lo que a la mayor parte de la literatura, que está escrito con los pies, y además no lo lee nadie. Aun así, a los directores se les paga para que intenten mejorar la redacción de lo que se va a contar en el telediario o se va a publicar al día siguiente. Pero ocurre que en los últimos años se escribe cada vez peor, quizá porque cada vez se lee menos, o porque lo que se lee se lee más en internet y suele estar también muy mal escrito. Por eso es hoy tan frecuente encontrarte con una constante reiteración de bobadas en los titulares: abres un periódico y ves un montón de palabras repetidas en negrita, que no significan mucho.

Cada uno tiene sus preferencias, incluso en lo que más nos desagrada, y a mí la expresión que me empalaga más es esa de las apuestas. Hoy los periódicos (y las radios y las teles y las redes) se nos han llenado de apuestas, de apuestas de los políticos por esto o por aquello, como si la política fuera un casino y además un casino de poca monta, cono el casino de Torrelodones del que nos canta Sabina.

Yo no me creo que todo el mundo ande apostando por algo, cono nos gusta hacer decir a los periodistas. Si así fuera, de vez en cuando alguien sacaría algo de esas apuestas y podríamos contarlo…

El que más apuesta es siempre el presidente, como si le fuera la vida en ello: «Ángel Víctor Torres apuesta por las energías renovables como generadoras de economía e impulsoras del progreso social», «Torres ratifica su apuesta por combatir a los maltratadores con todos los medios», «Torres apuesta por unos presupuestos que impulsen – lo del impulso también se reitera lo suyo- la recuperación económica». O «Torres apuesta por una sanidad pública de calidad y con mejores recursos para Canarias», o «Ángel Víctor Torres apuesta por sacar telurio del fondo marino para beneficiar al archipiélago», «Torres apuesta por aprobar una norma legislativa para tener cobertura jurídica con las medidas anticovid», o «Torres apuesta por eliminar la huella de carbono en Canarias en 2040», o «Ángel Víctor Torres apuesta por la renovación de los inmuebles tanto públicos como privados, así como por un parque automovilístico sostenible…». Se trata tan sólo de unos cuantos ejemplos de todas las apuestas que el periodismo atribuye al presidente.

Y entonces, una de dos: o Ángel Víctor no remata nada, porque su forma de hacer política se parece mucho a jugar al bingo, o a los periodistas ya no les preocupan los hechos sino solo las intenciones. Las intenciones del presidente Torres, como ven, son estupendas, todas sus apuestas son buenas. A ver si algún día podemos contar que en alguna de sus apuestas acierta.

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