Opinión | con la historia
Xavier Carmaniu Mainadé
El mundo se acaba... o no
La crisis climática, la erupción volcánica, la pandemia del coronavirus, los rumores de colapso energético, el encarecimiento de los precios... el bombardeo constante de informaciones alarmantes parece anunciar que el fin del mundo se avecina. De hecho, por el tono catastrofista da la sensación de que dentro de nosotros se esté incubando un íntimo deseo para que todo se vaya al garete de una vez por todas. Es una afición presente en todas las civilizaciones, que con sus sistemas de creencias, se esfuerzan por tratar de dar sentido a la vida. La sensación de fatalidad ya existía en la época de Egipto, de Mesopotamia... y a partir del momento en que el cristianismo se convirtió en la religión hegemónica de Europa, el Apocalipsis de San Juan fue la gran amenaza. En ese pasaje bíblico se anuncia el Juicio Final y el regreso de Jesucristo a la Tierra.

El grabado ‘Apocalipsis’ del alemán Durero, de 1498. / Xavier Carmaniu Mainadé
Cuando se acercó el año 1000, muchos pensaron que el hijo de Dios aprovecharía la cifra redonda para hacer acto de aparición. Los sacerdotes con sus prédicas ayudaron a incrementar la sensación de pánico entre la población, que vivía con el temor a un desastre inevitable. Pero después del 1000 vinieron el 1001, el 1002... y no pasó nada.
Durante los siglos XIV y XV, en la Corona de Aragón proliferaron muchos textos proféticos inspirados en la Biblia. Tal y como ha estudiado la historiadora Eulàlia Duran, en muchos casos eran promovidos por los propios monarcas por un interés político. Desde los primeros años del cristianismo existía una corriente de pensamiento llamada milenarismo que defendía que el fin del mundo se produciría después de mil años de Paraíso en la Tierra, una etapa acomodada, sin guerras ni necesidad de trabajar. Luego llegaría el Anticristo, que sería derrotado por un Monarca Universal, con la ayuda del Papa del Roma. La duda era saber quién sería ese rey de reyes. Y ahí es donde entraban las profecías. Cada corte tenía las suyas y todas barrían hacia casa, asegurando que el honor de vencer al Anticristo recaería en su linaje.
En el caso de la Corona de Aragón, los textos solían ser predicados por monjes franciscanos tanto en las iglesias como en las plazas y calles de las ciudades. Aunque inicialmente estaban en latín, como el objetivo era difundirlos entre el pueblo llano, pronto se utilizaron las lenguas vernáculas. Sus autores podían ser los propios eclesiásticos, aunque en Valencia se sabe que muchos surgieron de la pluma de judíos y musulmanes conversos. Eran extremadamente entusiastas enalteciendo al rey. Les movía el miedo. En 1391 los judíos habían sufrido la persecución de los pogromos y los musulmanes, aunque eran más tolerados, temían correr la misma suerte (como acabaría ocurriendo). La única esperanza era congraciarse con la Corona para que les defendiera ante la autoridad eclesiástica. Y qué mejor forma de ganarse la simpatía de un rey medieval que anunciarle que estaba destinado a ser el señor de todos los monarcas de la Tierra.
Como todo buen relato, necesitaban un enemigo terrible, que nada más pronunciar su nombre, a la gente se le pusieran los pelos como escarpias; por eso se asoció el Anticristo con los turcos. De este modo, las profecías también eran una buena herramienta para promover las campañas bélicas contra las tierras infieles. Ahora bien, cuando Martín Lutero inició el movimiento de la Reforma, cambiaron el objetivo. Los protestantes se erigieron como el nuevo gran adversario.
El relato se adaptaba en función del rey que ocupara el trono. El que más textos de este tipo inspiró fue Fernando el Católico porque en sus manos se reunieron las coronas de Sicilia, Castilla, Aragón y Granada. Sus coetáneos consideraban que era el escogido, pero a la hora de la verdad no ocurrió nada. Al igual que tampoco ha sucedido todas las demás ocasiones en que se ha pronosticado el fin de todo... a menos que entre el tiempo de escribir este artículo y su publicación el planeta haya saltado por los aires...
Ahora bien, esto no significa que el mundo se mantenga impertérrito. Al contrario. Como no termina, avanza y evoluciona. La cuestión es decidir en qué dirección queremos que lo haga.
Suscríbete para seguir leyendo
- Los abogados de oficio que consigan un acuerdo prejudicial ganarán diez veces más que los que lleguen al juzgado
- Meliá abre un hotel en el norte de Tenerife tras una renovación de cuatro millones de euros
- El subdelegado del Gobierno en la provincia de Santa Cruz de Tenerife se reunió también con el capo Mohamed Derbah
- La apertura del nuevo Centro Deportivo Go Fit Santa Cruz ya tiene fecha
- Caso Jay Slater en Tenerife: nuevas revelaciones forenses, drogas, testigos y el robo de relojes
- Distribución ilegal de camisetas del CD Tenerife: la Guardia Civil investiga a varios empleados
- El mejor bocadillo de Canarias está en Tenerife: tiene pan de beterrada y cochino a la canela
- La jueza autoriza otro desalojo de las viviendas de Las Bajas, en Güímar