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De España va bien a España va mejor

Durante la presidencia de Gobierno de don José María Aznar (sería impropio llamarle reinado) era costumbre que el jefe del Ejecutivo alardease de la buena salud de la economía. «España va bien», resumía el líder máximo del PP mientras dejaba escapar una risita retorcida bajo el bigote chapliniano. Y no hacía falta añadir más comentarios, ni más datos para confirmar la sensación de boyantía que animaba al entero cuerpo social. Por supuesto, no a toda la ciudadanía le iba igual de bien en el reparto. En el bando de los satisfechos, o muy satisfechos, se contaban los financieros, los grandes empresarios (Aznar remató las privatizaciones que había iniciado Felipe González) y los comisionistas de los sabrosos pelotazos urbanísticos. A la cola de estos se beneficiaron los hosteleros, los restauradores y toda la extensa nómina de intermediarios, grandes y pequeños, de la primera potencia mundial del turismo que era España. En ese ambiente eufórico, de consumo inacabable se esponjaba una clase media de cuya creación Franco decía sentirse muy orgulloso, según le reconoció a Kissinger durante una entrevista. Y así seguíamos, puestos a remojo en una bañera de hidromasaje, hasta que todo reventó con el atentado del 11 de marzo en Madrid y la fallida sucesión de Rajoy en la Moncloa (el político gallego tuvo que esperar otras dos legislaturas para lograrlo). En ese periodo de tiempo, nadie volvió a reclamar la autoría intelectual de la frase que Aznar había hecho famosa. Hasta que un político audaz y atrevido como Pedro Sánchez la puso de nuevo en acción, mejorándola notablemente. Ahora ya no es solo «España va bien» sino «España va mejor». Ignoro si la ocurrencia salió del laboratorio sociológico del exsuperasesor Iván Redondo o hay que cargarla en la cuenta de su sucesor en los despachos monclovitas, Félix Bolaños. Lo cierto es que, con el significado y los usos de algunas palabras, hay que manejarse con extremo cuidado para que no nos exploten en la cara en el momento más inesperado. Todos los veranos tenemos que lamentar la muerte de uno o más artificieros que utilizaban material explosivo para unos festejos. Al margen del peligro que pueda derivarse del mal (o buen) uso de algunas palabras (por ejemplo, gritar ¡Fuego! en el interior de unos grandes almacenes en hora punta) el lema que nos propone el señor Sánchez tampoco me parece un gran acierto. Realmente decir «España va mejor» no significa nada. ¿Qué es lo que va mejor y respecto de qué? Todo necesita una referencia y una comparación. Son valores entendidos. Cuando vamos al hospital para preguntar por la evolución de un enfermo o de un accidentado nos consuela saber que «va mejor». Aunque no sea cierto del todo. Siempre hay que dar un margen a la esperanza. Y a ese estado de euforia permanente nos convoca el presidente del Gobierno. Todo va mejor que antes desde que él asumió esa responsabilidad. Lo contrario de lo que piensa la oposición, para la que «todo va peor». Palabras, palabras, y más palabras.

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