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Son estas dos preposiciones, como las demás, palabritas inocentes cuya carga semántica depende del vocablo al que antecedan. Así suele resultar mejor para el común de los mortales –no para todos, que siempre habrá odiadores de lo eterno o ermitaños desasidos de lo material– con Dios que sin Dios o con dinero que sin él, en un plano universal y en un plano cotidiano de la existencia es siempre más recomendable culminar el lavado del cabello con un buen aclarado que sin él, circunstancia que obligará a soportar un pelo pegajoso durante días, –salvo para las locas que se lavan el pelo por la mañana y por la tarde, que haberlas haylas–.

Existe un programa simpático en el canal de Casa, que cada vez frecuento más, con el título De sin a con, donde expertos decoradores muestran cómo es posible transformar el entorno más cateto, desangelado e incómodo en un prodigio de glamour, comodidad y ambiente acogedor, solo con unos cuantos muebles, cuadros y alfombras. Mas muchos repudian este horror vacui y prefieren el sin, o sea el minimalismo para el que el desapego, el vacío y la nada son el summum de la comodidad y elegancia.

En los tiempos actuales cada vez más el sin se va adueñando de todo lo que antes era con en un mundo previsible, natural y lógico. Así, además de que han ganado la partida los en el fondo sin sentido dulces sin azúcar, aperitivos sin sal, bizcochos sin gluten y leche sin lactosa, asaltan nuestra vida cotidiana objetos que antes tendríamos contra natura como freidoras sin aceite, en contra mismo de lo que es freír. El ministro Garzón sin embargo, ecuánime en el sin y el con aunque tal vez sin ocupaciones realmente útiles, publica un recetario con menús sin carnes, sin dieta mediterránea y sin solera pero con kale, falso sushi, hummus, poke de pollo, ras el hanout y rainbow wrap.

Ya no hay certezas, querido lector. Ni para el sin ni para el con. Más allá de que es mejor estar sin canas, sin arrugas, sin contracturas y sin artrosis o que el mundo hubiera ganado mucho sin Hitler y sin Stalin, sin guerras, sin odio y sin enfermedad.

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