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Francisco Pomares

Las pilas de Casado

Pablo Casado la lió ayer parda en las redes a cuenta de unas declaraciones realizadas en el Congreso manchego de su partido, en el que vino a soltar una de sus tradicionales perlas cultivadas, esa vez sobre la energía solar: «A la izquierda no le gusta la nuclear y no le gusta el carbón y no le gusta el gas y no le gusta la hidroeléctrica y no le gusta ahora la eólica, y se quejan de que los molinos dañan el paisaje, solo les gusta la solar», dijo. Y añadió después una frase harto confusa: «ayer a las ocho de la tarde fue el pico de consumo eléctrico, y... no había posibilidad de que la solar emitiera, básicamente, porque era de noche. Es una cuestión de lógica», concluyó.

Es cierto que los hidrocarburos pueden ser almacenados por largos periodos de tiempo –petróleo, natural y carbón se extraen de las entrañas de la tierra donde han permanecido durante milenios–, pero generan CO2. La emisión de gases de efecto invernadero producida por la combustión hidrocarburos y carbón ha expulsado a la atmósfera, en lo que va de año, ceca de 30.000 millones de toneladas de CO2. Y eso es lo que se trata de evitar con las energías eólica y solar, teóricamente no contaminantes. ¿Teóricamente? Bueno, el aire y el sol no contaminan nada. Producir molinos de viento y placas sí. Y almacenar la energía eólica y solar contamina muchísimo, porque requiere de baterías, que convierten la electricidad en energía química que puede revertirse de nuevo en electricidad, y ser devuelta a la red eléctrica. Pueden instalarse baterías monoblock, estacionarias o de litio, las más eficientes, pero a gran escala eso es inviable. El tratamiento del residuo de las baterías de ión de litio es costoso y muy contaminante, emite muchísimo CO2. Las pilas –todas las pilas, empezando por las de nuestros móviles– son una pésima solución. Un remedio tan malo como la enfermedad.

Aún así, la cascada de twits críticos y guasones, recordando a Casado que la energía solar puede almacenarse y utilizarse después –entre otros del tuitero Echenique–, no se hizo esperar. Casado es a veces un poco gafapasta, intenta elevarse sobre la mediocridad del mundo, pero lo cierto es que no le sale. Podía haber sido un poco más preciso y haber explicado que el gran problema de la energía solar –difícil de resolver, además– es su almacenamiento. Porque almacenar energía solar fotovoltaica en pilas es posible, pero no a gran escala. Sirve para mover la silla de ruedas de Echenique, o un Lexus híbrido, pero no podría alimentar por la noche una gran ciudad.

Casado tiene razón en que cuando se produce electricidad en una central, se crea un potencial instantáneo que dura mientras siga generándose. Las renovables suministran cantidades ingentes de electricidad muy rentable, pero sólo cuando hay sol, necesario incluso para la producción eólica, porque por las noches el viento disminuye o cesa. Y si el suministro cesa, no importa lo que se haya producido durante el día, cesa del todo. Por eso se ensayan formatos como el de Gorona del Viento o Chira-Soria, hidroeléctricas que utilizan la fuerza del viento para subir agua y almacenarla en altura, y luego –cuando se necesita– dejarla caer a través de una turbina generadora de electricidad. El agua almacenada funciona ahí como ‘reserva’ de la energía no contaminante que se producirá después. Pero no es posible contar con ese tipo de central en todas partes. Se necesita altura para que el agua y la gravedad muevan las turbinas y fabriquen electricidad. En el futuro, habrá alternativas, como el almacenamiento masivo de energía en forma térmica, en tanques completamente aislados y llenos de grava, que se calentará con la electricidad excedente del día, actuando después como una central termoeléctrica normal, con un ciclo de agua en ebullición, capaz de generar energía.

Es verdad que la electricidad puede conservarse en pilas. Pero esta vez Casado ha acertado, siquiera como el asno que tocó la flauta por casualidad: las pilas no resuelven el problema del CO2. Lo agravan.

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