Opinión | Curva a la izquierda

Ninguna herida es un destino

Decía Einstein que hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad. Así es. El problema es que hoy se cultiva con poco empeño. En gran parte de la sociedad, el concepto de voluntad está desprestigiado por su relación con la disciplina, que la oponen a la libertad, el valor dominante en nuestra sociedad. La falta de voluntad da lugar a una serie de problemas serios. Muy serios diría yo: falta de responsabilidad personal, incapacidad para el esfuerzo, indolencia, frustración…

Es necesario, pues, recuperarla, porque mediante la voluntad dirigimos nuestra conducta y podemos alcanzar nuestras aspiraciones. Sin voluntad, estaríamos sometidos a nuestros impulsos, a nuestro destino o al azar. Tanto la libertad, como la voluntad no son facultades, ni propiedades, ni fines en sí mismas, sino los medios para alcanzar la autonomía. Otro tesoro.

Nuestros niños y jóvenes no están habituados a realizar esfuerzos de manera persistente. Es más fácil recibirlo todo hecho sin ni siquiera pedirlo. Cuántas veces habré comentado a mis alumnos y a sus padres que tiene más posibilidades de éxito el que es disciplinado, el que se esfuerza, el persistente… que el inteligente vago.

El alcoholismo, las adicciones, la toxicomanía, todas las facetas, en suma, de nuestros desgarros interiores, vienen a revelarnos la dificultad de mantener lo mejor de nosotros mismos. Queremos y no podemos: no podemos dejar una relación tóxica, no podemos mantener el esfuerzo para conseguir nuestras metas, no podemos superar un bache emocional, no podemos dejar de fumar o dejar de beber… Nos falta eso: voluntad.

Querría hacer más deporte, estudiar más, comer menos, ser más benevolente, pero no lo consigo. No tengo la fuerza de voluntad necesaria. Decía Oscar Wilde: «Puedo resistirme a todo, menos a la tentación».

En el día a día hay mil ejemplos: no podemos comer una papa frita solamente, tenemos que seguir comiendo aunque «no querríamos»; no podemos interrumpir la serie que nos engancha, aunque tendríamos que estudiar; no podemos dejar de lado el móvil, aunque nos dañe la vista y nos absorba; no podemos cortar la dependencia afectiva, aunque mantenerla nos haga sufrir…

Por eso es imprescindible fortalecer la voluntad desde la escuela y la familia. De lo contrario, cualquier adversidad, cualquier problema, cualquier dificultad, aunque sea de pequeña intensidad… será suficiente para paralizarnos, para hundirnos, para desanimarnos.

Seguro que la vida nos va a enfrentar a situaciones difíciles que solo se podrán superar con esfuerzo y tesón. Ahorrar a los hijos y a los alumnos el menor esfuerzo, es convertirlos, tarde o temprano, en víctimas propicias de la una sociedad que se asemeja a una selva y en la que hace falta mucho esfuerzo para sobrevivir.

Disciplina y esfuerzo, términos aparentemente peyorativos, pueden conducirnos a superar nuestras propias limitaciones. Siempre he creído que para conseguir lo que se quiere hay que trabajar y luchar. Superar dificultades nos hace más fuertes.

¡Ojo! No es que haya que amar lo que cuesta sino que lo que cuesta es lo que se ama. Y es que… ninguna herida es un destino.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es

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