Versos sueltos

Sin conocer el comistrajo que Tezanos cocina en el CIS, algunas encuestas advierten que Isabel Díaz Ayuso crece en expectativa de voto y se encamina a una gran mayoría. Sus adversarios están empeñados, parece ser, en hacerle la campaña. Cada vez que pretenden arrinconarla, la presidenta de la Comunidad de Madrid sale reforzada. Domina el efecto contrario y la escena. Es como si los electores vieran en ella la gran y única oportunidad de cambiar el destino del voto en este país. Díaz Ayuso representa para la derecha, aunque con mayores bríos, lo mismo que Yolanda Díaz encarna en la izquierda, donde todos parecen querer votarla. El problema es que las dos tienen en contra a los aparatos de los partidos. Ambas son versos sueltos escritos en román paladino frente a la retórica desgastada de líderes más quemados que la pipa de un indio. Eso es seguramente lo que el electorado, en líneas generales, percibe y los españoles aprecian en la actitud desenfadada de las dos mujeres que capitalizan en estos momentos la atención y la intención.

No es de extrañar, por tanto, que a la vez que la popularidad de Díaz Ayuso se dispara, crezca la irritación del campeón de lanzamiento de huesos de aceituna de Génova. O que en la izquierda, Díaz Ayuso haya sustituido a Cayetana Álvarez de Toledo en cuanto a odio y antipatía. Estas dos últimas personalidades no tienen obviamente nada que ver pero despiertan igual recelo en un mismo bando dentro de esta España insoportablemente polarizada. Por culpa de esa polarización, Yolanda Díaz recibe de la derecha un idéntico desafecto que se traduce en bromas y memes sobre su locuacidad disparatada como, cuando por ejemplo, saluda en público a las autoridades y las autoridadadas, cayendo en el peor dislate del lenguaje inclusivo. En la singular disputa de los liderazgos de la derecha y de la izquierda de este país la ventaja son algunas risas que nos corremos; el inconveniente, la pertinaz sequía de talento.

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