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Ánxel Vence

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Vamos a llevar una doble vida

Aburrido de ganar miles de millones siendo aún treintañero, Mark Zuckerberg quiere buscarse –y buscarnos– una nueva vida mucho más amena en el mundo virtual. Para ello, el inventor de Facebook y dueño de WhatsApp e Instagram ha planeado un universo paralelo o metaverso en el que todos podremos relacionarnos por medio de avatares. Lo ha bautizado como Meta, que suena más bien a periódico deportivo.

No puede decirse que sea una novedad. Ya existe desde hace casi veinte años Second Life, un entorno digital creado por Phillip Rosedale que ofrece más o menos lo mismo, aunque el poderío financiero de Zuckerberg se impondría fácilmente en caso de competencia.

Se trata en ambos casos de la creación de un espacio virtual habitable en el que los usuarios puedan socializar con otra gente sin necesidad de salir de casa. Algo así como si a las redes sociales de ahora –tan primitivas– se les añadiese nuestro doble o sosias tridimensional y un paisaje de realidad aumentada.

En ese maravilloso nuevo mundo con el que ni siquiera soñó Aldous Huxley, sería posible viajar a cualquier lugar del planeta sin pillar un solo avión, ver el fútbol como si uno estuviese en la tribuna, asistir a un aula virtual, a un concierto o al cine con la impresión más o menos lograda de estar en la sala. No hay límites a la imaginación.

Podremos interactuar con otros avatares y cotillear con ellos en una terraza virtual, por ejemplo; pero también comprar toda clase de productos, que en realidad es donde está el negocio de los creadores de metaversos.

Otra cosa es que el desarrollo de semejante proyecto exija descomunales inversiones para que la cosa funcione medianamente bien, claro está. No parece que ese sea un obstáculo insalvable en el caso de Zuckerberg, que ya ha declarado en los últimos días su propósito de gastar lo que haga falta durante los primeros actos promocionales de Meta.

Lo que nos propone el joven y multimillonario emperador de las redes es, directamente, llevar una doble vida. Quien crea que su existencia en el mundo real es un tanto tediosa, tendrá la oportunidad de vivir otra más a su gusto en el entorno cibernético. Con la ventaja añadida de que en los mundos virtuales no hay riesgo de contagio y, por lo tanto, los usuarios (es decir: sus avatares) podrán desprenderse sin problemas de la engorrosa mascarilla.

Habrá quien no entienda muy bien la necesidad de vivir otra vida básicamente igual a la de siempre por medio del avatar que será nuestra identidad vicaria en ese mundo de Meta; pero algún beneficio tendrá (sobre todo para Zuckerberg). Quizá podamos, aunque no es seguro, desarrollar ahí sin riesgo nuestras más raras fantasías.

También es cierto que mucha gente vive ya en universos paralelos sin necesidad de estos artificios de la informática. Son los que creen en los ovnis, dudan de la esfericidad de la Tierra, detectan una conspiración tras casi cada suceso de la vida real y todo por ese palo. Para ellos no será novedad alguna el nuevo invento de Zuckerberg, que acaso encuentre ahí sus primeros clientes.

A los demás siempre nos quedará la oportunidad de llevar una doble vida a escondidas de la pareja en los mundos de Yupi que ahora se llamarán de Meta. Hay gente que se aburre mucho, por lo visto.

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