Comienzo cada día oyendo o leyendo las últimas noticias sobre el volcán que azota la vida de los habitantes de La Palma. En mi caso, por ser parte del mundo aeronáutico, tengo una preocupación especial con los vaivenes que está dando la conectividad aérea.
Tuve la oportunidad de viajar por primera vez a La Palma cuando el Teneguía entró en actividad. El viaje en un Fokker 27 de Iberia culminó con una vuelta alrededor del volcán, cuando todavía no se conocían los efectos adversos que podían ocasionar las cenizas volcánicas en los aviones.
Una de las causas que afectan directamente a la conectividad aérea son las cenizas expulsadas por el volcán, que han obligado a alterar las operaciones de las compañías, provocando retrasos y cancelaciones. Este material incandescente puede afectar a las indicaciones de los instrumentos de las aeronaves, provocar alteraciones en los motores y causar problemas para la respiración de pasajeros y tripulantes.
El anuncio de Binter para ayudar a muchos estudiantes palmeros en sus desplazamientos me ha hecho recordar los primeros tiempos de la compañía, cuando a sus empleados se les facilitaba en parte poder continuar los estudios que cursaban antes de ingresar en la empresa, concretamente a las azafatas, que disponían de horarios flexibles para asistir a clases y exámenes.
Muchas de ellas acabaron sus estudios y son hoy profesionales en diversas aéreas laborales. Otras, después de casi treinta años, están trabajando a bordo de esos aviones que van y vienen a La Palma, aunque en ocasiones las cenizas del volcán de la Cumbre Vieja impidan un vuelo seguro.
La opción que tuvieron algunas azafatas en los comienzos de la empresa podríamos compararla, en cierto modo, con el anuncio de la gratuidad en los desplazamientos de aquellos que sufren día tras día esta catástrofe natural que nos tiene a todos mirando a ese cráter, con el deseo de su pronta extinción. Felices vuelos a quienes puedan acogerse al Bintazo estudiantil.
