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Alfonso González Jerez

crónica parlamentaria

Alfonso González Jerez

Un nuevo deporte vernáculo

NC y Podemos están dispuestos a bloquear la Junta de Control, esté Francisco Pomares, Iron Man o Conchita Márquez Piquer

El cronista sufría un resfriado atroz, el primer resfriado pospandémico, y el dolor de cabeza y la fiebre desdibujaban las paredes y figuras del Parlamento y entremezclaba el pasado y el presente, y el pasado era una calamidad igual que el presente es una pena, y de repente el presidente del Gobierno era Román Rodríguez, que le explicaba a Juan Carlos Alemán que Coalición Canaria era imprescindible para la modernización de las islas y seguiría siéndolo en el futuro porque no se podía fiar uno de fuerzas sucursalistas, y luego Alemán anunciaba una moción de censura presa (todo sea dicho) de un indescriptible ataque de nervios. El cronista se despertó. Vete ahora a contarle a los (pocos) pibes y pibas de la tribuna de prensa que Rodríguez, hoy vicepresidente y consejero de Hacienda, gobernaba tan ricamente con el Partido Popular, y el PSC-PSOE le criticaba su derechismo, ese veloz recorrido de la Unión de Nacionalistas de Izquierda a los acuerdos con José María Aznar con parada y fonda en el Servicio Canario de Salud. Claro que nadie quiere recordar eso. Primero, es que no hay casi nadie que lo recuerde; segundo, a muchísimos le importa un bledo; tercero, la ausencia de testigos permite construir un relato coherente y límpido de lo que ha sido Nueva Canarias y de la trayectoria política de su líder y fundador, que hace todavía poco acogía en su pequeño grupo parlamentario al hijo de Dimas Martín, intachable prócer de la democracia cebollera en Lanzarote. Criatura. Para los que padecemos, en cambio, del aciago mal de la memoria, escuchar al señor Rodríguez reprochar a CC su cercanía al PP está entre lo chistoso y lo macabro. Román Rodríguez jamás hubiera sido ni el primer director de SCS ni jefe del Ejecutivo sin el apoyo del Partido Popular, y lo más sorprendente es que ni CC ni el PP se lo recuerden.

El pleno comenzó con un ligero retraso y la formación de varios corrillos donde se hablaba de la Junta de Control de RTVC, de los bulos disparatados sobre desabastecimiento energético y sobre el volcán de Cumbre Vieja y toda una accidentada chismografía al respecto, por ejemplo, que algún vulcanólogo real o imaginario había susurrado que habría que prepararse para una erupción que duraría entre seis meses y un año. El orden del día había sido modificado, precisamente, porque el presidente estaba, para variar, en La Palma, entre otras cosas, para la entrega de las primeras ocho viviendas prefabricadas, apenas ocho, aunque se esperan repartir aproximadamente doscientas antes de fin de año. Se comenta mucho que el presidente ha decidido convertir La Palma y la reconstrucción del valle de Aridane en un compromiso personal e intransferible. «Todo, absolutamente todo, lo lleva él, y está informado al minuto, y toma decisiones, en especial, insistir una y otra vez frente a los ministerios». En La Palma, por ejemplo, Torres ha impedido cualquier conato de bicefalia frente a su vicepresidente, y tal vez por primera vez le ha cerrado el paso protocolaria y simbólicamente. Rodríguez ha cedido porque su olfato político le indica que la crisis de La Palma puede ser un trampolín, pero también una tumba. En todo caso se debió reajustar el orden del día por enésima vez, porque el presidente Torres se fue con dos consejeros que también tenía preguntas que contestar a la Cámara, Sebastián Franquis y Julio Pérez. Quizás por eso, cuando un par de horas más tarde se descubrió que la consejera de Educación y Cultura, Manuela Armas, no estaba en el salón de plenos, lo que obligó a un breve receso mientras llegaba, Gustavo Matos se irritó. Matos demuestra generalmente un excelente humor y nadie ignora lo que le gusta bacilar, pero estaba ligeramente harto de las licencias del Gobierno con las ausencias, los retrasos y los cambios, así que le advirtió al Ejecutivo que la Cámara estaba siendo muy generosa y que esperaba que la generosidad y el respeto fuera recíprocos.

Antes Poli Suárez, el alma caritativa del PP, había contado la historia de Fulano Perenganito, que había tardado muchos meses una vez aceptada su solicitud para recibir la prestación canaria de inserción y todo un etcétera de angustia y amargura hasta que le dieron las perras. Hace algún tiempo ese recurso retórico –tomar un caso real con nombre y apellidos y narrar sus vicisitudes– funcionaba, pero hasta don Poli lo ha utilizado ya demasiadas veces, la consejera Noemí Santana explicó que ya eran 9.250 familias las que recibían la PCI, que el próximo año podrían solicitarla de nuevo y que la Cámara aprobaría esa suerte de paga extraordinaria de 250 euros el próximo diciembre. Perenganito se evaporó en el aire del Parlamento. O se fue a cobrar el aguinaldo noemístico. David de la Hoz preguntó de nuevo por el consejero tránsfuga del Cabildo de Lanzarote que cobra cantidades «indebidas» en el hospital insular; el consejero de Sanidad, Blas Trujillo, le respondió que el susodicho estaba en condición de servicios especiales, por lo que recibía su sueldo, sin un euro más o menos. También le respondió a la diputada Del Río, que le preguntó cómo iba lo de desprivatizar la sanidad en Canarias, y Trujillo respondió que el gasto sanitario se había incrementado un 22% de dos años, y del total de los presupuestos de su consejería solo un 6,5% se destinaba al sector privado. Del Río no pareció demasiado satisfecha, pero el pacto de las flores sobrevivirá a su decepción. Francisco Déniz utilizó a Manuela Armas para elogiar un programa de su viceconsejero de Cultura, Juan Márquez, que también fue apoyado por la socialista Nayra Alemán, quien lanzó un apotegma definitivo: «Cuanto más cultura, menos fascismo». Dígaselo a Ezra Pound, señoría. «El acceso a la cultura sigue siendo desigualitario», agregó la señora Alemán, convirtiéndose en ese mismo momento en una prueba de lo que afirmaba.

Acto seguido, como paréntesis ocioso para distraerse un rato, sus señorías procedieron a votar de nuevo para la elección (es decir, el bloqueo) de la Junta de Control y el director general de la RTVC. Votar a la Junta de Control se convertirá pronto en un deporte vernáculo, como la lucha canaria o el juego del palo. Esta vez, de nuevo, se exigían los 3/5 de los votos de la Cámara, pero el PSOE se abstuvo y se produjeron nueve votos negativos, los de Podemos y Nueva Canarias, que seguían introduciendo las papeletas en las urnas como si cabalgaran sobre caballos ecuestres. El señor David de la Hoz se ausentó con paso atlético de su escaño para evitar votar cualquier cosa. Comienzo a sospechar que NC y Podemos están dispuestos a bloquear cualquier Junta de Control, está en ellos Francisco Pomares, Iron Man o Conchita Márquez Piquer, y el PSOE jamás se atreverá a actuar autónomamente, por el terror a furibundos titulares derogatorios. Falta apenas año y medio de legislatura, ¿por qué no esperar tranquilamente y nos planteamos la jodida Junta para el mandato que viene? ¿Cuánto tiempo lleva como está el Consejo General del Poder Judicial y no pasa nada? ¿A quién le importa demasiado la legalidad? Hoy miércoles se repite la votación. Ahora basta la mayoría absoluta, pero no se esperan grandes cambios ni que el PSOE abra el pico para explicarse.

En la siguiente comparecencia Román Rodríguez explicó que los presupuestos generales del Estado para 2022 eran aceptables para Canarias pero que, además, el y Pedro Quevedo los iban a mejorar. Su discurso fue hábil e hizo una eficaz pinza a Coalición Canaria con el auxilio del portavoz socialista, Iñaki Lavandera. En ese momento, cuando llovían los palos, en la bancada de CC solo había cuatro diputados, entre los que no estaban ni el presidente del grupo, Pablo Rodríguez, ni el portavoz, José Miguel Barragán. No, no fue una buena imagen bajo la lluvia.

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