Opinión | MANUAL DE OBJECIONES

La lámpara de AladiNo

En Gran Canaria no hay partidos insularistas relevantes porque no existe vacío en ese espacio político: está ocupado por todos los partidos. Para muestra, un botón: el mensaje de «Tenerife nos roba», que levantó Nueva Canarias desde el Cabildo grancanario, fue la base de un exitoso discurso político que solo se aplacó cuando tres líderes de Las Palmas, Ángel Víctor Torres y Román Rodríguez y Noemí Santana, se hicieron con el poder regional. Desde ese mismo instante se esfumó el expolio y la «conspiración genética», basada en que la mayoría de los jefes de servicio de la administración canaria eran nacidos en Tenerife y arrimaban siempre el ascua a su sardina. O sea, a su chicharro.

Tras jubilar el utilitario argumentario del agravio insular, que Tenerife también —y tan bien— utilizó en su día, Gran Canaria sigue apretando el acelerador del desarrollo distanciándose del resto. El puerto de La Luz es de lejos, pero muy de lejos, el más importante de la región y de la zona geográfica. Las inversiones en el aeropuerto de Gando lo han transformado en el mejor de las islas. Y además de una excepcional red de carreteras, el Cabildo tiene muy avanzado el proyecto del tren, que será el eje del transporte troncal del futuro.

Pero de todas las grandes inversiones, el más importante de la isla es la de la Central Hidroeléctrica Reversible de Chira-Soria. Un sistema de almacenamiento de agua que se sube a una presa en altura, aprovechando las energías renovables cuando no hay demanda, y que puede usarse para generar electricidad en el momento en que se necesite. Es una pila de casi quinientos millones de euros donde se pueden almacenar más de 3 gigavatios producidos por energías renovables. Porque si no tienes donde guardar esa energía limpia, estás condenado a perderla.

El problema es que Antonio Morales se ha tropezado con un fenómeno que hasta ahora solo se había dado, virulentamente, en Tenerife. En esta isla hemos tenido críticas sonadas contra el pufopuerto de Granadilla, contra el tendido de las espantorres eléctricas de Vilaflor, contra el fallecido puerto de Fonsalía o contra unos nuevos hoteles en Arico, por citar solo las más importantes. El proyecto de la central en Gran Canaria afecta a cinco espacios naturales protegidos y supone tender por esos barrancos de dios un sistema de tuberías de elevación y descenso de agua desalada. Y ya hay colectivos ecologistas que han saltado para partirse la cara contra un proyecto que consideran lesivo para el medio ambiente.

El proyecto, por supuesto, se hará. El Gobierno canario no ve en esa obra ninguna afección digna de crítica y en el territorio afectado no hay escarabajos endémicos, lagartos autóctonos o pencas guanches dignas de mención. Ni sebadales, fulas o cangrejos que pudieran ser afectados por las salmueras de la desaladora que se construirá en la costa. José Antonio Valbuena frotará su lámpara de AladiNo y el genio, esta vez, ha dicho AladiSí. Lo normal, porque es en Gran Canaria.

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