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Joaquín Rábago

Un ‘verde’ al frente del ministerio alemán de Finanzas sería lo mejor para Europa, según el Nobel Stiglitz

Al premio de Economía Joseph Stiglitz le gustaría ver al co-líder de los Verdes, Robert Habeck, al frente del ministerio alemán de Finanzas, que también ambiciona el liberal Christian Lindner, porque sería, según él, lo mejor para Europa.

Stiglitz firma en el último número del semanario alemán Die Zeit una carta junto al historiador británico y profesor de la Universidad de Columbia Adam Tooze, en la que ambos expresan claramente sus preferencias.

“Debería estar claro para los Verdes que es imposible una política climática seria sin controlar el ministerio de Finanzas”, que es el segundo puesto más importante del Gobierno de Berlín después de la cancillería federal, escriben.

Y es tan importante, explican, porque, a diferencia del resto de los ministerios, acumula poder técnico y político al tiempo que son de su competencia tareas tanto nacionales como internacionales.

Alemania tiene un ministerio de Asuntos Exteriores, pero no hay que engañarse, dicen. El de Finanzas el de mayor importancia para las relaciones exteriores.

Otra cosa sería, señalan, si Alemania decidiera “jugar en primera división” en política de defensa, pero ha optado en cambio por ser ante todo una potencia económica, lo que hace que la cartera de Finanzas sea “importante en tres planos: nacional, global y transatlántico”.

Los autores del escrito critican el hecho de que con el cristianodemócrata Wolfgang Schäuble al frente de ese ministerio (2009-2017), Alemania hubiese sometido al resto de Europa, sobre todo a los países del Sur, con su política de austeridad a una cura de caballo.

Con el socialdemócrata Olaf Scholz hubo más flexibilidad, explican, y “cuando en 2018 ganaron los populistas en Italia, el ministro y vicecanciller alemán se abstuvo de hacer comentarios precipitados”.

Cuando en 2019 hubo que avanzar en asuntos tan importantes como la unión bancaria o el seguro del desempleo, salieron de Berlín “los impulsos necesarios”, comentan.

También se felicitan de que en 2020, el fondo europeo de reconstrucción sirviera para “estabilizar la economía europea y se abriesen las puertas a una política presupuestaria común”, todo lo cual “se negoció en parte en el ministerio de Finanzas”.

No se trata, dicen, de que Alemania haga concesiones a los demás por motivos altruistas. El país se beneficia considerablemente de la posición que ocupa en Europa.

Lo que el continente necesita, explican, es un ministro alemán de Finanzas que sea consciente de que “para los países con un gran excedente exportador, es importante que les vaya bien a sus socios”.

Un ministro de Finanzas, agregan, que sepa que la “sostenibilidad financiera no depende del nivel de su nivel de endeudamiento sino de la de su Producto Interior Bruto”.

Un ministro que sepa también que “el respeto no es algo reservado a los electores del propio país, sino que debe aplicarse a nivel europeo”.

La mayor amenaza para la democracia europea, argumentan, no son las injerencias de los troles o las procedentes de fuera, sino una “disciplina presupuestaria impuesta en el momento equivocado por una alianza minoritaria de Estados norteños a una mayoría del electorado europeo”.

“Sería, dicen, catastrófico para Alemania colocarse al frente de una alianza de ese tipo como la que promete el Partido Liberal” de Lindner.

“Nada les vendría mejor a los populistas italianos que una disputa pública con el ministerio alemán de Finanzas. Sería fatal para Italia, malo para Europa y también para la propia Alemania”.

“Todo el mundo sabe, escriben también Stiglitz y Tooze, que Lindner quiere el ministerio de Finanzas. Lo ha hecho incluso tema central de su campaña. Y por eso sería un error cumplir ese deseo”.

“Lo que menos necesita Europa es un ministro de Finanzas que considere ese ministerio una plataforma desde la cual predicar la política presupuestaria conservadora de su partido”.

“El problema no es sólo, explican, que la política económica de Lindner –ya sea el freno de la deuda o las reglas presupuestarias para Europa– consista en un montón de clisés conservadores”.

“Es mucho más importante que se trata de clisés de una época pasada, la de los años noventa, y ya no vivimos en el mismo mundo que los generó”.

Son clisés, dicen, que “se han vuelto obsoletos tras tres décadas de crisis en los mercados financieros, en la geopolítica y en el medio ambiente”.

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