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Ánxel Vence

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Jueces de las profundidades

Una juez acaba de adentrarse en los dominios de la espeleología jurídica al fallar sobre una custodia alegando –entre otros motivos– que el niño en disputa vive con su madre en un lugar de la Galicia profunda. Caray.

Resulta un tanto aventurado meterse en tal clase de profundidades, que en este caso parecen aludir al atraso de la comunidad gallega y a su escasez de ofertas educativas, culturales y cosmopolitas. Cierto es que como modelo de cosmopolitismo la magistrada citó a la Marbella que en su día fue predio de Jesús Gil; lo que acaso dé una idea de sus ideas.

El concepto de «profunda» recogido en el auto como uno de sus argumentos nos remite a la décima acepción de este término recogida en el diccionario de la Real Academia. Define así esa alta institución de la lengua a cualquier comunidad «conservadora, tradicional y resistente a la influencia externa». Los académicos ilustran el uso de la expresión con el siguiente ejemplo: «En la Cataluña profunda se conserva aún esa costumbre», cita que acaso no resulte políticamente correcta en estos tiempos.

Conservadora es Galicia, desde luego, aunque no esté claro que también sea resistente a las influencias del exterior desde que Décimo Junio Bruto entró en su territorio para dejar en ella el latín, la ingeniería, las carreteras y hasta el arado romano. Nada que ver con esa profundidad judicial de la que acaso pudiera deducirse exageradamente que una parte más o menos cuantiosa de los gallegos viven en cuevas.

No es la primera vez que en un tribunal se oyen o leen audaces interpretaciones sobre las peculiaridades de Galicia. En el caso del asesinato de Rocío Wannikhof, en 1999, el fiscal llegó a decir que la acusada –y erróneamente condenada– Dolores Vázquez tenía una personalidad «muy gallega», deplorable condición que al parecer constituía un agravante de su conducta.

Dado que no existe una definición científica de los rasgos propios de la etnia, habrá que pensar que el representante del ministerio público se basaba tan sólo en los prejuicios existentes sobre los galaicos. A saber: que son retorcidos, cerrados, supersticiosos, ambiguos y, en general, poco de fiar.

Vázquez, naturalmente, fue condenada y encarcelada durante varios años hasta que se identificó y detuvo al verdadero asesino, Tony King, al que acaso su nacionalidad británica alejase hasta entonces de cualquier sospecha de galleguidad.

El fallo de estos días que, entre otros motivos, se fundamenta en una apelación a la Galicia profunda, no hace más que abundar en este prejuicio sobre los gallegos. Más o menos como si un juez argumentase sus decisiones en la supuesta tacañería de los catalanes o en la tópicamente injusta vagancia de los andaluces.

El asunto ha suscitado cierto revuelo, pero tampoco demasiado. Acostumbrados a sufrir los chistes de gallegos brutos, tan populares en Latinoamérica, los vecinos de Galicia suelen tomarse con deportividad estas bromas. Lo mismo ocurre cuando se hacen burlas de su acento en la tele o algún viajero reprocha que la carta de un restaurante esté escrita únicamente en el sabio idioma de Alfonso X.

Otra cuestión es que algún juez o fiscal apunte a prejuicios étnicos para meterse en profundidades y darle de paso una patada a los galaicos. Será que el mundo de las togas y las puñetas es más superficial de lo que sugieren sus severos ropones.

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