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Acompañamiento al alumnado en riesgo de fracaso escolara través de mentoría educativa

Si hay algo que suscita debate y preocupación en el mundo educativo es el fracaso escolar de aquellos estudiantes que no consiguen terminar con éxito la Educación Secundaria Obligatoria (ESO).

Y preocupa porque sabemos que las causas de este fracaso no se deben únicamente a problemas de aprendizaje individuales, si fuera este el único motivo, quizás tendría más fácil solución.

Cuando una chica o un chico no consigue terminar la ESO, en la mayoría de los casos, tiene en su entorno circunstancias poco propicias que calan en su mundo personal, escolar, social y familiar, las cuales hacen que los estudios no ocupen un lugar preferente en su vida.

En las aulas solemos encontrar a este alumnado bastante desmotivado y al que la escuela no consigue dar respuesta (metodología inadecuada, relaciones difíciles con algunos docentes y camaradas, currículos alejados de la vida real, dificultades de adaptación entre etapas, etc.). Además, suelen poseer una baja autoestima que les hace pensar que son incapaces de avanzar en sus aprendizajes. Por otro lado, su círculo de amistades y el entorno en el que se relacionan no son positivos, añadiéndose, en muchas ocasiones, problemas en el seno de sus familias y el poco valor que estas conceden a la educación. Todos estos factores aumentan el desasosiego de estos jóvenes, abocándoles muchas veces al fracaso escolar.

Las consecuencias de este fracaso, que trae aparejado, casi siempre, una repetición de curso antes de abandonar los estudios sin obtener el título de la ESO, son tremendas para estudiantes y también para el conjunto de la sociedad: altas tasas de paro, precariedad en el empleo, demasiada temporalidad… y un nivel no solo económico, sino social y cultural muy bajo, con pocas perspectivas de mejora.

Es indiscutible que existen programas diseñados con el objetivo de reducir el fracaso escolar; sin embargo, muchas veces, el peso de estas acciones recae en la parte académica y las diferentes actuaciones no están bien interconectadas entre los distintos agentes que intervienen. Este alumnado en riesgo necesita, además de refuerzo educativo, que se articulen y se aborden de forma integral, otro tipo de acciones vinculadas con su yo emocional, con el afianzamiento de su autoestima y, por supuesto, que se intervenga también con su entorno familiar.

En las aulas, el profesorado pone todos los recursos que posee para ayudarlos a seguir avanzando, pero no siempre es suficiente ni se puede atender a las individualidades como se desearía. Por eso, pensamos que los proyectos de mentorización educativa, esto es, que cada estudiante en riesgo cuente con el acompañamiento de una persona que ejerza de mentora, que sea su guía y su sostén a lo largo del curso escolar, pueden ayudar a que este alumnado termine con éxito sus estudios de educación secundaria obligatoria.

Esta figura de mediador/a, muy relacionada con las tutorías afectivas, proponemos que no forme parte del equipo docente del centro, sino que sea una figura externa que se centrará en un estudiante y complementará la labor del profesorado y, por supuesto, se coordinará con este. Nos parece interesante explorar esta posibilidad planificando un proyecto con estudiantes universitarios de grado que integren esta actividad de mentorización en su formación y, con una preparación previa, acompañe a su tutorizado/a algunas horas en semana, después del horario escolar, para reforzar la parte académica, pero también que lo atienda, oriente y estimule en su faceta emocional.

La cercanía generacional entre ambos fomentará los vínculos de confianza de manera que el mentor/a pueda conocer sus aficiones, sus talentos, con quién se relaciona, dónde tiene más dificultades… Y, por supuesto, deberá trabajar con la familia para ofrecerle pautas y que aprenda a valorar la educación que recibe, los progresos de su hijo/a y que entienda la importancia de terminar la secundaria obligatoria… Que sea un camino compartido.

Para que estos proyectos de mentorización puedan realizarse se necesitaría que la administración educativa y las universidades establecieran líneas de colaboración, así se daría oportunidad a estudiantes para conocer la realidad del aula, máxime cuando un número significativo de alumnado de grado de cualquier rama del conocimiento accede a la docencia sin casi experiencia previa.

Ser mentor o mentora puede ser una experiencia de aprendizaje y de compromiso social al tener la oportunidad de ayudar a otros jóvenes en riesgo a construir su propia trayectoria académica y personal, en especial, en esa etapa de su vida en la que estos jóvenes necesitan un andamio emocional seguro para ir construyendo su proyecto de vida sobre cimientos sólidos.

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