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Patriotas junto al volcán

La revolución electrónica ha posibilitado la superación de dos barreras que dificultaban la comunicación interhumana: la del tiempo y la del espacio. Antes habitábamos en un mundo construido desde nuestro hogar; ahora vivimos en muchos lugares y tiempos. El gran mundo se ha convertido para nosotros en una aldea global, término acuñado por el sociólogo canadiense Marshall McLuhan.

Este proceso ha derribado las fronteras entre los países, abriendo un nuevo espacio donde todos nos encontramos y convivimos, en una conjunción de culturas. Pero con la globalización hay conceptos que han perdido vigencia, entre ellos el de patriotismo. A ello se añade que, para algunos, el patriotismo representa una pésima herencia de los siglos XIX y XX. Esta crítica nace de confundir el patriotismo con nacionalismos excluyentes que llevan a tener una visión política de la historia, en lugar de una visión histórica de la política.

Los antiguos consideraban el patriotismo una virtud que integraban junto a la piedad hacia los padres. Son dos virtudes humanas necesarias para contrarrestar el individualismo de algunas corrientes posmodernas. Ser buen hijo ha de ir acompañado por ser patriota. La virtud del patriotismo debe reivindicarse y cultivarse, ya que aporta muchos bienes materiales y espirituales, no tanto a las personas individuales como a las comunidades humanas.

En una época en la que no se valora el patriotismo por considerarlo un convencionalismo trasnochado, es toda una inyección de optimismo la actitud de los habitantes de las tierras próximas al volcán de La Palma.

Los palmeros, que a consecuencia de la impresionante erupción del volcán han perdido su casa y su plantación, quedándose sin nada, están, lógicamente, desolados. Tras muchos años de esfuerzo, sacrificio y ahorro para tener un medio de vida y un techo, lo han perdido todo en pocas horas. Tienen que volver a empezar, pero sin saber cómo ni dónde. Esta tragedia ha suscitado la compasión de todas las personas que la conocen. Impresiona esa situación de inesperada pobreza material. Pero las declaraciones de muchos damnificados nos descubren otra pobreza, la de tipo inmaterial.

Lo que más duele a los palmeros es la desaparición de la tierra de sus padres y de sus abuelos. No se quedan satisfechos con encontrar una vivienda en otro lugar; ansían volver al lugar donde nacieron, junto al volcán. Este deseo no sólo no ha sido comprendido, sino que ha sido calificado de locura. Ellos responden que sus antepasados también sufrieron los destrozos del volcán, pero no se fueron de allí y volvieron a empezar. Esas tierras son algo más que tierra, son sentimiento, historia, cultura, vida en común, tradición, lazos de sangre. Por eso no renuncian a volver. Dicen que están hechos de sol, lava y salitre. ¿Tendrá que ver todo eso con el patriotismo?

El patriotismo es un pensamiento y sentimiento que vincula a una persona con su patria, vista como la tierra natal, los padres, el paisaje, las costumbres y la historia, las personas con las que habitualmente nos relacionamos y con quienes estamos ligados por unas mismas normas. Patriotismo es amor a la patria entendido como el lugar al que una persona siente que pertenece. Estos sentimientos suelen incentivarse a través de numerosos símbolos que suscitan la unión de los diferentes habitantes y su país.

El patriotismo como virtud se cultiva sobre todo en la familia, ya que existe una relación de analogía entre la familia y la patria, dado que esta última es una extensión y complemento de aquella. Se fomenta hablando a los niños de que tenemos que amarla por lo mucho que nos ha dado sin merecerlo; conociendo y valorando la historia de la patria y de sus hijos ilustres; destacando la importancia de los símbolos patrios, etc. Es bueno explicarles que el patriotismo se vive también en cosas pequeñas de cada día, como, por ejemplo, estudiando, obedeciendo a los padres, ayudando en el hogar familiar, respetando las normas de convivencia en casa, en la escuela y en la calle, etc.

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