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Juan Pedro Rivero González

SANGRE DE DRAGO

Juan Pedro Rivero González

La humildad del calcetín

Si La belleza salvará la historia. Lo bello no es un lujo. Sin ella la bondad en fría y la verdad teórica. En su forma radical Dostoiesky decía: «Podemos vivir sin pan, pero no sin belleza».

Cuando la verdad apunta relativa, y se escurre inalcanzable; cuando el bien se camufla y se esconde, entonces huir de lo feo puede ser una adecuada opción para reencontrar sus caminos. En el puzzle de nuestra identidad, esa pieza nos completa e identifica. Ponte guapo, ponte hermosa, y te sentirás mejor. Te sentirás bien. La belleza de un peinado, la hermosura de una joya colgada de un hermoso cuello. Los colores de un hermoso traje, acabados en hermosos zapatos. Un regalo para la vista.

Pero, ¿quién descubre algo bello en el calcetín o la media escondida e invisible? Hay bellezas escondidas. Y a esas me refiero, a tantos gritos silenciosos y silenciado que hacen cómoda los bellos elementos de nuestra estética corporal. Como en la vida social o en nuestras comunidades cercanas. Oficios, tareas, trabajos, ocultos a miradas ávidas de reconocimiento y sin los que no brilla una puesta de sol, ni un hermoso cuadro de un afamado pintor. Detrás y debajo hay tantas personas. Y su desapercibida presencia es como la del calcetín. Incluso, en no pocas ocasiones, reciben la maloliente actitud altanera del que desenfoca la mirada apuntándola sobre el hombro.

No hay trabajo chico. No hay personas superfluas. No y mil veces no.

Cuánta humildad es necesaria en este mundo de apariencia. La belleza aparece, pero no es apariencia. Se conoce espontáneamente. Es aquello que, visto, place. No necesita hacerse ver. Quien busca que le vean afea su belleza con esa sombra untada de autorreferencialidad. Nada tan bello como la humildad.

La humildad no te apaga, sino que te brinda la posibilidad de que brilles sin excesos. Aparece sin ser mostrada. Es la belleza de una ordinaria puesta de sol, de una lluvia detrás de la ventana. Esa otra forma destructiva de belleza espectacular puede acabar con el entorno como la lava de un volcán incandescente que no hay forma de domar. Ejemplos por ejemplos vale: aunque sea bello, es difícil valorar la belleza de un volcán.

El más hermoso calzado incomoda sin el servicio oculto de un sencillo calcetín.

Hagamos el bien. Digamos la verdad. Pero no nos olvidemos de la belleza humilde que impide que una mano conozca la generosidad de la otra. No toques las trompetas por las calles para que tengan de decir que eres bueno. Ungidos, pero no untados.

El lenguaje de la humildad es el único que se habla en el cielo. Y dicen que no hay lugar más bello.

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