La cifra estremece. Los médicos cifran en 172 los ancianos «abandonados» por sus familias en hospitales de Tenerife. Son personas mayores en situación de desamparo por «múltiples motivos», a la espera de ser alojadas en residencias o centros sociosanitarios. Se puede acusar a las familias de crueldad por abandonar a sus mayores. Pero es que a veces es imposible conciliar el trabajo o la vida con el cuidado de los ancianos. Lo que está fallando como una escopeta de feria es el sistema público de atención a personas que, en el final de su vida, necesitan del auxilio del Estado del Bienestar. Una y otra vez escuchamos discursos de los político sobre los esfuerzos que se hacen, los millones que se invierten y lo bien que se hace todo. Pero la realidad se encarga de darles una bofetada. No somos capaces de cuidar como se merecen a ancianos de cuyo cuidado nadie se puede hacer cargo. Los expedientes de ayudas a la dependencia se eternizan en trámites que no acaban y valoraciones interminables. Y la gente acaba dejando a sus abuelos en un hospital, con cualquier excusa. Sencillamente porque saben que allí estarán cuidados y atendidos. Debería darnos vergüenza. Pero de donde no hay no puede sacarse nada.
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