eldia.es

eldia.es

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Jorge Bethencourt

Manual de objeciones

Jorge Bethencourt

El timo de la estampita

La vicepresidenta del ala socialdemócrata del Gobierno bipolar de España, Nadia Calviño, también fue a La Palma, en raudo helicóptero para sacarse la foto con el telón de fondo del humo y las cenizas. La Macarronesia canaria es una tierra poética y a un volcán de rica lava diez mil moscas acudieron y no se cuántos ministros.

Lo que ha dicho y nada es lo mismo. O mejor expuesto, nada nuevo bajo el sol. La ministra consideró oportuno decirnos a los indígenas que su Gobierno se va a gastar un pastón en ampliar la conectividad digital del Instituto de Astrofísica del Roque de los Muchachos. Pero esa inversión ya estaba en el proyecto de Presupuestos Generales del Estado mucho antes que naciera el volcán. O sea, que nos están vendiendo como nueva una cabra que ya tenía la edad de Nefertiti. ¡Cómo son de listos estos ministros de la metropolis!

No tengo ninguna duda de que a La Palma, como zona catastrófica, le van a llegar ayudas extraordinarias. Lo dice el sentido común y, sobre todo, la cobertura mediática que ha tenido el volcán en los medios madrileños, que es la única opinión publicada que les importa a los primeros espadas de esta gran corrida de toros mansos llamada España. Pero siendo que va a ser así, los problemas de la isla, que venían de antes de la lava, no se van a resolver.

El único motor que ha producido desarrollo, empleo y riqueza en Canarias (otra cosa es a quién) ha sido el turismo. Hace muchos años transitamos desde un modelo puertofranquista y comercial a otro europeo, protegido y turístico. Pero incluso cuando vinieron a esta tierra dieciséis millones de turistas al año –nos salían por las orejas– teníamos un paro que duplicaba la media peninsular.

Las cuatro islas que apostaron por el turismo masivo sufrieron una espectacular transformación y un enorme crecimiento en población y servicios. Las tres que no lo hicieron (La Palma, La Gomera y El Hierro) se quedaron descolgadas, con un paisaje a salvo de la depredación pero sin desarrollo económico. El despoblamiento de estas tres islas Occidentales es un fenómeno que tiene que ver con la falta de ofertas laborales para la gente joven, que acaba marchándose a donde está el empleo.

Es posible que las Islas Verdes puedan especializarse en un nicho de turismo distinto (rural, de senderismo y naturaleza) e incluso puedan, como La Palma, convertirse en localizaciones de proyectos científicos, como la observación del Universo. Pero para eso hace falta un plan inteligente, que hoy no existe. Que vengan los ministros para hacernos el timo de la estampita, vendiendo dos veces inversiones que ya estaban, no ayuda a creerse que se lo están tomando en serio. Pero, ¿por qué habrían de hacerlo si en Canarias tampoco lo hacemos?

Alberto

El momento en que entró en ese hemiciclo —que no lo es— del Congreso de los Diputados fue imborrable. Esa foto, la cara de Mariano Rajoy mirándole incrédulo, no tiene precio. El diputado de Podemos, Alberto Rodríguez, desde sus casi dos metros de altura, era un faro escandaloso que decía «aquí estamos». La política y el tiempo, ese gran destructor, ha cambiado las cosas. Pablo Iglesias, el gran timonel, acabó echando del movimiento a muchos de sus fundadores. Su vida sentimental se fundió de forma escatológica con la del partido. Y aquellas furiosas acusaciones de la izquierda, de que Ana Botella, la mujer de Aznar, había sido favorecida por su marido, se volvieron cuchillos afilados. De todo ese desastre, del desgaste del poder, de las incoherencias de los casoplones y los principios traicionados, se ha librado Alberto, que sigue siendo sustancialmente el mismo y que dice lo mismo. Un tipo que es muy duro en su discurso neocomunista y obrero, pero que jamás pierde la tranquilidad para aterrizar en la violencia verbal. Así que no deja de resultar extraño que haya sido condenado por, hace muchos años, darle una patada a un policía. Pedían su dimisión pero no sería justo ni siquiera en este país de linchadores profesionales. Le cambiaron la pena de trena por una multa, que ya pagó. Y todos contentos. ¿Quién ha dicho que la justicia no es igual para todos? ¿Podemos? ¿El rey emérito? Quien sabe. En Unidas Podemos se escandalizaron porque en el juicio «la única prueba en su contra” fue la palabra del policía denunciante». Un descubrimiento tardío: miles de ciudadanos pasan cada día por lo mismo. La palabra de un gente de la autoridad tiene más valor que la de un español de a pie. Han tardado bastante en darse cuenta. ¿No?

Compartir el artículo

stats