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Las ratas, termómetro del malestar vecinal

El relajamiento de las restricciones vinculadas con la pandemia por la mejora de la situación sanitaria ha tenido consecuencias para el espacio público, especialmente en las áreas urbanas, donde la cantidad de gente es mayor. Por encima de cualquier otro lugar, esto se ha podido experimentar en Barcelona, donde a pesar de no tener que soportar la avalancha de turistas que ocupaba la ciudad prepandémica se han vivido situaciones complejas. Y aunque los botellones son la parte más visible, solo representan la punta del iceberg de una realidad que genera malestar a una parte de la ciudadanía. Basta releer las crónicas publicadas los últimos días en este periódico sobre el estado en que se encuentran algunos de los barrios.

Una rata merodea poruna plaza.

Las vecinas y vecinos de Barcelona, mande quien mande, siempre han mantenido un espíritu crítico y reivindicativo. Saben que para que la clase política los escuche deben recurrir a acciones que llamen la atención. La opción más habitual son las manifestaciones, pero a veces se han elegido alternativas más ingeniosas.

Uno de los temas que más descontento genera es la falta de limpieza. Y aunque ahora la situación es muy mejorable, en épocas pretéritas aún era peor y las ratas campaban a sus anchas por muchos lugares mientras desde el consistorio hacían como si no fuera con ellos.

En la Sagrera, los vecinos incluso les dedicaron una plaza. La plaza de las ratas era un solar abandonado, lleno de escombros y basura, que no se arregló hasta el 1981 con la creación de la actual plaza de la Assamblea de Catalunya (aunque mucha gente todavía la conoce con el apodo popular). En otros barrios no eran tan amantes de las licencias poéticas y eran más partidarios de la acción directa. Puesto que el ayuntamiento no exterminaba los roedores, se encargaban los vecinos.

La explosión demográfica de Barcelona durante la década de los sesenta desembocó en un boom de la construcción. A menudo, los edificios eran de mala calidad y estaban situados en zonas inadecuadas. Fue el caso de Ciutat Meridiana, donde se levantaron los bloques en unos terrenos tan malos que incluso se habían descartado para acoger un nuevo cementerio. Los pisos presentaban serios desperfectos y no se cumplió la promesa de dotar el espacio con equipamientos básicos como escuelas, ambulatorio o un mercado; tampoco había un sistema de limpieza adecuado y la suciedad proliferaba por todas partes. Y ya se sabe que donde hay basura, hay ratas.

El 4 de junio de 1973 se organizó un concurso con 500 pesetas de premio para quien lograra cazar el ejemplar de mayor tamaño. La presa ganadora pesaba medio kilo.

Al año siguiente, la Asociación de Vecinos del Poble Sec copió la idea para denunciar el estado de dejadez en que se encontraba un solar situado en lo que ahora es el Parc de la Primavera. En teoría se tenía que hacer una promoción de viviendas, pero resultó ser una estafa que, además de dejar a los compradores con una mano delante y otra detrás, supuso el abandono del terreno. Automáticamente se convirtió en el paraíso de la ratas. Como el consistorio desoía las reclamaciones de la entidad vecinal, se puso punto final a los animales con escopetas de balines. Entonces sí que el consistorio intervino.

Este tipo de situaciones no fueron exclusivas del franquismo. En 1984, cuando ya era alcalde Pasqual Maragall, se construyeron unas viviendas en el polígono Pont del Dragó, conocidas popularmente como los pisos de Renfe-Meridiana porque se habían edificado junto a unos antiguos túneles de servicio de la compañía ferroviaria. En vez de eliminarlos y sanearlos, los tapiaron. Enseguida hubo una plaga de ratas y como los niños jugaban por allí, no osaban utilizar venenos químicos. Entonces, algunos vecinos aficionados a la caza decidieron eliminarlas a perdigonazos. Aunque puede parecer pintoresco, lo cierto es que este tipo de situaciones eran consecuencia tanto de una pésima planificación urbanística durante los años del desarrollismo y la Transición, como de la falta de escrúpulos de ciertos empresarios de la construcción. El presente es fruto de las decisiones del pasado, al igual que el futuro estará marcado por las actuales.

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