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con la historia

La ficha Taiwán en el tablero global

Mientras en España se debatía si la bandera dibujada por la Patrulla Águila era rojigualda o republicana, la actualidad internacional era protagonizada por otro día nacional y otros aviones de combate. Concretamente los de las maniobras organizadas por Pekín para intimidar a Taiwán en un episodio más de la escalada de tensiones que se está produciendo en aquella área del océano Pacífico.

Desfile militar en Taipéi.

El fin de semana del 2 de octubre, la República Popular China (RPC) celebró el aniversario de la fundación del régimen comunista creado por Mao Zedong en 1949 con un despliegue militar sin precedentes: 149 aviones volaron a solo 20 kilómetros del espacio aéreo taiwanés y se hicieron maniobras de desembarco en las playas continentales más próximas a la isla. La demostración de potencial bélico de Pekín hizo saltar las alarmas de la comunidad internacional, aunque los analistas ya hace tiempo que advierten de la modernización de las fuerzas armadas chinas. Es la culminación de un proceso iniciado hace 25 años a raíz de un incidente previo.

Ahora bien, el origen de todo se encuentra en 1949, cuando los comunistas ganaron la guerra civil. Entonces el régimen de Chian Kai-Sheck se refugió en la isla y mantuvo la República de China, con Taipéi como capital provisional del país, mientras Mao Zedong implantaba la República Popular de China en el continente basada en un peculiar sistema comunista.

Hay que tener presente que entonces en el mundo se empezaban a crear los bloques de la Guerra Fría. Por eso, cuando en 1950 estalló la Guerra de Corea, EEUU buscó aliados en la zona y apoyó a Taiwán para hacer de contrapeso a la RPC y evitar que el comunismo fuera hegemónico en Asia. Aquello se tradujo en cooperación militar y ayudas al desarrollo agrícola e industrial que propiciaron un crecimiento espectacular que ha pasado a la historia como el milagro taiwanés.

En 1971, sin embargo, la luna de miel entre Washington y Taipéi se acabó. La China continental se empezaba a postular como un actor importante en la región, además de un enorme mercado donde vender productos. Fue entonces cuando el presidente Nixon visitó Pekín –lo que además servía para hacer la puñeta a la URSS– y dejó de lado a Taiwán, que incluso fue expulsado de la ONU en favor de la RPC. La culminación de ese proceso llegó en 1978, cuando el presidente Jimmy Carter reconoció la soberanía de la República Popular de China. Para compensarlo, EEUU aprobó la ley de relaciones con Taiwán, que aseguraba apoyo militar de Washington.

Paralelamente, el nivel de vida de los habitantes de la isla había crecido muchísimo y, como suele ocurrir, esto se tradujo en una reivindicación de más libertades. Fue un camino largo que se completó en 1996, con la celebración de las primeras elecciones presidenciales democráticas de Taiwán.

Desde Pekín, que durante todo ese tiempo había reclamado la soberanía de la isla, se consideró un ataque a la integridad del territorio nacional. Para intimidar a los taiwaneses, meses antes de los comicios, durante el verano de 1995, la RPC hizo ejercicios con la flota y pruebas de lanzamientos de misiles, que cayeron a menos de 30 kilómetros de la costa insular. En marzo de 1996 llegó la respuesta americana. El presidente Bill Clinton envió dos portaviones con sus respectivas flotillas de buques de apoyo a la zona. Desde los tiempos de la guerra de Vietnam no se había visto un despliegue tan grande de los estadounidenses en el sureste asiático. Ante este movimiento, Pekín no tuvo más remedio que dar marcha atrás. Los líderes chinos se dieron cuenta de que si querían hacerse respetar tenían que mejorar su Ejército.

Y es justo lo que han hecho durante las dos décadas del siglo XXI, hasta el punto de que los expertos consideran que a estas alturas ya tienen la armada más grande del mundo. Y lo más importante, a diferencia de Estados Unidos, ellos ya están en la zona. Washington lo sabe y es una de las razones por las que ha empezado a fortalecer alianzas con países tan diferentes como Australia, Nueva Zelanda y la India. China ya ha conseguido lo que quería: ser temida por los vecinos.

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