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TAL CUAL

Me quedo con la cabra

A raíz de los abucheos y pitidos que le brindaron al presidente del gobierno, al llegar y al irse durante la celebración de la fiesta nacional y día de las Fuerzas Armadas, la izquierda de este país, así como los palmeros mediáticos que comen del presupuesto, se han rajado las vestiduras, una vez más. Que piel tan fina tienen estos chicos y chicas de izquierdas. Y, sobre todo, qué poca memoria democrática tienen. La primera en salir a la palestra, desde el propio paseo de La Castellana de Madrid, fue la ministra de Defensa, que con aires de cabreo vino a decir que los abucheos al presidente eran un acto de mala educación; y que sentía vergüenza ajena. Confundiendo los protestas al presidente Sánchez, con la fiesta y los aplausos que hubo hacia las Fuerzas Armadas.

Pero, por lo que se desprende de sus palabras, el que se sintió más dolido fue el insigne exvicepresidente Alfonso Guerra. El que un día «mató a Montesquieu». El del «cafelito» de su hermano Juan. A quien se le ocurrió decir: «Hay personas, algunas personas, que abuchean al presidente del gobierno y aplauden a una cabra. Cada uno elige a quien le representa mejor». Y en las redes sociales, la inmensa mayoría de los que le han contestado, han optado, sin lugar a dudas, por la cabra, la de la Legión, se entiende.

Por otra parte, el señor Sánchez, intentando mostrar su acusada afectación, dijo en el Congreso de los Diputados: «Siempre que gobierna la izquierda, hay abucheos e insultos a los presidentes de izquierdas. Eso es como entienden ustedes –dijo dirigiéndose al líder del principal partido de la oposición–, y la ultraderecha, la convivencia y el respeto al orden constitucional». Se escucharon aplausos, muchos aplausos de la dolida y ofendida bancada de izquierdas. Pero, como nos tiene acostumbrados, no decía toda la verdad. ¡Anda que no han abucheado a los presidentes de derechas!

¡Y él habla de constitucionalismo! El mismo presidente que ha venido gobernando pasándose la constitución por el forro de su entrepierna. Cuando el propio tribunal constitucional le ha declarado ilegal el confinamiento decretado en el primer estado de alarma. Además de declararle nulo el cierre del Congreso durante el confinamiento. Pero lo que todavía es aún peor, fue el acto antidemocrático que llevó a la izquierda de este país a rodear el Congreso, un 25 de septiembre del 2012. Casualmente gobernaba la derecha.

Claro que la izquierda está acostumbrada a rodear cualquier cosa que se le ponga por delante. Mayormente cuando las urnas no les dan la razón. Es más, también han rodeado –ahora se dice escraches– sedes de partidos políticos, de la oposición, claro está; o incluso las viviendas particulares de los miembros del gobierno, ya sean vicepresidentas o ministros, de derechas, evidentemente. Porque como dice el ínclito Pablo Iglesias, en sus alertas antifascistas, y cuyo partido está en el gobierno de Sánchez: «Los escraches son, ante todo, el jarabe democrático de los de abajo a los gobernantes». Le faltó decir, siempre que estos sean de derechas.

Para aguantar y soportar abucheos, insultos, desprecios, amenazas e incluso quemas de sus fotos, está el rey. Principalmente cuando acude al País Vasco y/o a Cataluña, donde gobiernan los que apoyan con sus votos a Sánchez, el dolido. Y jamás se ha quejado; y nadie, y menos la izquierda, ha sacado la cara por él. Y ahora, qué pena más grande tiene el presidente, que llora por las esquinas porque le han ofendido –y eso que esperó todo lo que pudo para esconderse tras la figura del rey–. Cuando él, tan democrático que es, debería saber que los abucheos y los pitidos a quienes gobiernan, no tienen nada que ver con la mala educación –en todo caso con la urbanidad–, sino que es un derecho que tiene el ciudadano para manifestar su discrepancia y su hartazgo ante quien entiende que lo está haciendo mal. O tal vez sea que los que silban no conciben ni soportan tanto compadreo con los enemigos de España. En todo caso, los abucheos, no dejan de ser sino una consecuencia de la libertad.

macost33@gmail.com

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