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El falso balcón de Julieta

Hoy hace 60 años del estreno de West Side Story, una de esas películas que aunque no se tenga ni idea de cine, todo el mundo conoce. El filme es una adaptación de un musical creado en 1957 por el compositor Leonard Bernstein y el letrista Stephen Sondheim que, a su vez, se habían inspirado en el clásico Romeo y Julieta que William Shakespeare escribió en 1597. Sin embargo, en este caso el amor imposible no intenta abrirse paso entre miembros de los Capuleto y los Montesco de Verona, sino entre los Jets y los Sharks de Nueva York.

Falso balcón de la casa de Julieta, en Verona.

Pese a trasladar la trama al siglo XX, se mantuvieron algunas escenas icónicas de la obra original. Una de las que no podía faltar era la del balcón, aunque adaptada al paisaje urbano del Upper West Side. Por eso el decorado del encuentro entre los protagonistas es un entramado de aquellas típicas escaleras metálicas de emergencias, tan características de las películas americanas. Al igual que Romeo hace con Julieta, Tony (Richard Beymer) llama a María (Natalie Wood) y culminan el encuentro cantando el maravilloso Tonight que pone la piel de gallina, porque todos sabemos qué acabará pasando al final de la historia.

Siento romper la magia del momento pero Shakespeare no escribió nunca la palabra «balcón», porque en la Inglaterra de finales del siglo XVI no se conocía. En el texto original la acción tiene lugar en una ventana. Parece que la primera vez que se usó el término en un texto inglés fue en 1618 y todavía como un préstamo del italiano, porque los llamaban balcone. Y es que este elemento, tan habitual hoy en día, también tiene su historia.

A pesar de que en la Grecia antigua algunos edificios ya tenían balcones, los romanos no los utilizaron porque para construirlos era necesario que las estructuras ofrecieran unas mínimas garantías de solidez. Teniendo en cuenta que los ricos vivían en casas de planta baja (domus) y que los pobres lo hacían en bloques de viviendas muy sencillos (insulae), tal y como explicamos al hablar de la historia del alquiler, es normal que no los tuvieran.

Hay dudas sobre cuándo se incorporó como solución constructiva habitual pero, según explicaba el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc en su diccionario sobre arquitectura francesa medieval, el concepto de balcón habría surgido a partir de la evolución de una estructura defensiva de madera y que se montaba en los castillos para defenderse de los asedios.

De todos modos el gran boom del balcón no llegó hasta el siglo XIX gracias al dominio del hierro forjado, que además ya era más económico que en épocas anteriores. De hecho, basta con pasearse por las calles más antiguas de las ciudades para darse cuenta que antes los edificios solo tenían balcón en la primera planta, donde residían las familias acomodadas (por eso aquel primer piso suele llamarse principal).

Ahora bien, no hay de qué preocuparse si uno va de visita a Verona porque encontrará el balcón de Romeo y Julieta, perfectamente situado, para satisfacer a los turistas que cada año viajan allí a miles. Todo el mundo quiere contemplar el sitio donde, supuestamente, Shakespeare habría encontrado inspiración. Lo cierto, sin embargo, es que el dramaturgo nunca puso los pies en aquella ciudad del Véneto.

El supuesto domicilio de Julieta se encuentra en la Via Cappello y se llama casa de los Cappelletti, que es como en realidad se apellidaba el linaje (y no Capuleto, como se menciona en la obra). Aquel caserón medieval sirvió de mesón hasta el siglo XIX.

En 1905, sin embargo, con el aumento constante de visitantes extranjeros, se transformó en un museo dedicado a los amantes veroneses. Solo había un problema. La gente esperaba encontrar el balcón, pero no había ni rastro de él. ¡No hay problema! ¡Lo que sea necesario para el turismo! En 1936, aprovechando una restauración de la fachada, se añadió un precioso y medievalísimo balcón de piedra. Y ya se pueden imaginar qué es lo más fotografiado en Verona desde entonces.

Ahora solo hay que esperar si la nueva versión de West Side Story, rodada por Steven Spielberg y que se estrenará en diciembre, continuará manteniendo viva la leyenda de un balcón que no existió nunca.

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